Jueves, 26 de Diciembre 2024
Jalisco | El Albergue Fray Antonio Alcalde sobrevive al proyecto original que se extendía a lo largo de 16 manzanas del Centro de Guadalajara

“Las casitas”, última reliquia histórica

La vecindad funciona ahora como refugio para personas de escasos recursos o que tienen familiares en el Hospital Civil

Por: EL INFORMADOR


GUADALAJARA, JALISCO.- Un gran portón de madera resguarda lo que parece ser una fortaleza de un tiempo lejano. El marco de cantera en la fachada y las grandes ventanas dejan ver el grosor de las paredes de casi medio metro de espesor. Una figura fundida en hierro que tiene una bisagra y que sirve para tocar la puerta.

 A través de los espacios que ha dejado el acomodo de las tablas en el portón, se puede adivinar la profundidad del zaguán que espera detrás. El sonido del hierro sobre la madera es estremecedor. Aquel zaguán ancho y largo, cubierto de manera parcial por un tejado, es una perfecta caja de resonancia para un timbre mecánico. Así toca uno la puerta del Albergue Fray Antonio Alcalde, ubicado en el número 576 de la Avenida del mismo nombre, entre las calles Hospital y Guillermo Prieto, en el Centro de Guadalajara.

La vecindad que alguna vez fue conocida como “Las casitas” funciona ahora como un lugar en el cual se les brinda atención a personas con escasos recursos que se encuentran en situación de enfermedad o tienen familiares en el Hospital Civil. Poco queda de las 158 casas que mandó a construir el hombre cuyo legado le ha merecido, entre muchos reconocimientos, un monumento en el Jardín del Santuario. Esta obra de beneficencia constituyó el primer conjunto habitacional de interés social de la ciudad de Guadalajara.

La construcción comenzó en 1787 con una inversión de poco más de 240 mil pesos y terminó en 1790, dos años antes de la muerte de Fray Antonio Alcalde.

En la actualidad, el albergue constituye la única reliquia del proyecto original que se extendía a lo largo de 16 manzanas del Centro de la ciudad. El Patronato de Reconstrucción del Centro Histórico de Guadalajara, así como autoridades estatales y municipales en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, fueron los responsables de restaurar la obra original y rescatar la esencia arquitectónica, propia del periodo virreinal.

Una mujer uniformada resguarda la entrada del recinto. Junto a ella se encuentra un escritorio sobre el cual está el libro de visitas. Varias personas se acomodan en sillas de plástico para ver la televisión que se encuentra a un costado de la recepción.

Nancy Meza Bastida es la recepcionista que atiende el Albergue Fray Antonio Alcalde desde las dos de la tarde hasta las nueve de la noche, de lunes a viernes. Ella puede guiar a los visitantes a través del zaguán hacia el patio central. Del lado izquierdo hay habitaciones que han sido acondicionadas para el uso administrativo del edificio. Del lado derecho del pasillo sólo hay una pared adornada con lámparas eléctricas. Macetas de medio metro de diámetro descansan sobre unas bases metálicas y sus flores contrastan con el beige amarillento del muro.

En el patio central hay un gran fresno que da sombra los inquilinos que deciden sentarse un rato en las sillas o camastros que hay debajo. El ruido y el movimiento incesante del Centro de la ciudad desaparecen espontáneamente.

Modificaciones


Nancy Meza explica que la única modificación que se le ha hecho a la última reliquia habitacional de Fray Antonio Alcalde, fue la remoción de un muro en uno de las habitaciones para comunicar el edificio con el albergue Galilea 2000 A.C., que cuenta con un acceso por la calle Liceo.

“Por ahí no se permite el acceso a las personas, el principal es por Alcalde”, dice Nancy mientras camina por las habitaciones. Divisiones improvisadas con colchones tuvieron que hacerse en los espacios que comunican las habitaciones. La declaración de valor histórico que declaró el Instituto de Antropología e Historia impide cualquier modificación sustancial de la finca. Sólo se ha puesto una viga perpendicular de acero, a modo de refuerzo, debajo de las vigas tradicionales que mantienen el techo restaurado.

“Cada una de estas habitaciones albergaba a una familia”, comenta Nancy haciendo alusión al modo de vida de las personas que habitaban una de las 158 casas que formaron parte del proyecto original.

La reconfiguración arquitectónica de la ciudad fue inevitable a través de los siglos transcurridos desde que el fraile de la calavera dejó su legado humano y arquitectónico. El Santuario, el Hospital Civil y el Jardín Botánico sobreviven de forma casi íntegra, aunque no es el caso de “Las casitas” o “Las cuadritas”. En la última reliquia histórica de lo que fue una obra visionaria en su tiempo, se leen dos placas conmemorativas:

“Última reliquia histórica de las cuadritas, fabricada por FR. Antonio Alcalde, en beneficio de las clases económicamente débiles”.

“El Ayuntamiento 1962-1964 y la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco dedican este recuerdo y su memoria en el CLXX aniversario de su muerte.

Guadalajara a 7 de agosto de 1962”.

Para saber


La obra de Fray Antonio Alcalde no sólo subsiste en la atención a los enfermos en el Hospital Civil, sino en “Las casitas”, esa pequeña cuadra que todavía queda de su obra, donde los enfermos y los familiares que los acompañan encuentran refugio y viajan a los tiempos virreinales en la Guadalajara del siglo XVIII, cuando aquellas 158 casas fueron todo lo que había en el límite Norte de la ciudad.

EL INFORMADOR/ITESO/David Eduardo Morales Barba

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