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La jornada laboral a cambio de una docena de peces
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Abelardo admite que el nivel del Lago está bajo, pero que igual salió para su cena. /
CHAPALA, JALISCO (12/JUN/2014).- Sus peces aún brincan y luchan por respirar en un ambiente que no es el suyo. Hace a un lado la atarraya con la que los sacó del Lago de
Chapala y los cuenta. No son ni 20 pero él considera que dejar de lado su jornada en el Aeropuerto de Guadalajara, por pasar desde las 11.00 horas tratando de sacar la comida de la semana, ha valido la pena.
Abelardo Sánchez Abarca trabaja desde hace años boleando los zapatos de quienes acuden al puerto aéreo metropolitano, pero ayer decidió desviar el rumbo y entregar su cajón a uno de sus compañeros para enfilarse hasta el Lago de Chapala y arrojar la red al agua.
Aguantó el calor del Sol asistido únicamente con una gorra y un paliacate abajo de ella. Llegó a un punto desolado del espejo de agua, ató sus pertenencias a unas bolsas y, sin quitarse los zapatos, entró.
El calzado no se va; tampoco los shorts. Sólo así puede evitarse lesiones al pisar y resbalar sobre las piedras que el nivel actual del lago oculta tramposamente. Ya verá cómo regresarse a su hogar en camión, sin que el característico aroma del lago que despide ahuyente a sus compañeros de viaje.
"Pues es que (el nivel) sí está abajo, pero igual salió para la cena", acepta resignado, al tiempo que reparte mentalmente el botín que extrajo del "chapoteadero" en el que pasó su jueves: una cantidad para él y su familia; otra tanta para su suegro, quien se encuentra enfermo pero "quizá mejore con un caldito de pescado".
Oiga, andaba muy adentro...
Sí, pero pues está bien bajito. Apenas me llegaba al pecho.
¿Y los peces, había muchos?
Pues mire...
Abre su bolsa y al mismo tiempo mira hacia arriba. Pregunta qué hora es tras ver la posición del Sol. "Las cinco y media".
"Ah, no importa. Entonces le sigo otro rato. Hasta que se me vaya la luz".
Don Abelardo reconforta a los peces que se asfixian a sus pies: "vamos otra vez hacia el agua", les dice. Camina de regreso al vaso que, afirma, logró darle un verdadero banquete en otros años: cuando el nivel de Chapala era más alto y cuando la fauna marina sí lograba llenar el plato de su cena.
EL INFORMADOR / ISAACK DE LOZA
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