Jalisco | Por Juan Palomar Verea La ciudad y los días Contra el ruido Por: EL INFORMADOR 9 de julio de 2010 - 05:31 hs El ruido es una plaga para la ciudad. Como las termitas que se comen los cimientos, como las langostas que acaban con los jardines. Como la inseguridad, o la corrupción. Y a las plagas hay que combatirlas y erradicarlas. Es una cuestión de supervivencia. ¿Qué genera el ruido que padecemos de manera cada vez más aguda? Múltiples factores. ¿Cuál es su posible común denominador? La falta de consideración por el prójimo y por uno de sus bienes más preciados: su derecho al silencio, a la quietud indispensable para llevar una vida equilibrada. El silencio es un ámbito cada vez más acotado, amenazado, propasado. Constituye uno de los elementos esenciales para el funcionamiento del espíritu, para la reflexión, la imaginación, la creación. Y es un hecho comprobado que la valía de las ciudades está en proporción directa a la generación de ideas y productos creativos. Es por lo anterior que la protección del silencio, la mitigación del ruido, debería estar entre las mayores prioridades de las autoridades. No lo está, porque es un fenómeno difuso, generalizado, que se disuelve entre las preocupaciones “más urgentes”. Pero los daños están allí, comprobables y mensurables: en la pérdida porcentual del sentido del oído en los habitantes de la ciudad, en el aumento en su grado de irritabilidad, en la conflictividad vecinal, en su pérdida de productividad. Finalmente en el índice metropolitano de calidad de vida que alguien debería de establecer. De todos lados vienen los ruidos: de los coches, en gran medida. Circulan tranquilamente por todos lados autos ruidosos. Hay reglamentos. No se cumplen. (¿Y qué decir de las inefables motocicletas?). De los camiones: ¿cómo es que no los verifican y meten al orden? De su manera de manejarlos basada en bufidos y zumbidos y pitazos. De las llamadas “fuentes fijas”: en el centro de la ciudad se ha extendido una costumbre cavernícola: el comerciante que saca las bocinas más grandes y estridentes a la banqueta gana. No más clientes seguramente, pero sí el concurso de estulticia de la cuadra. De restaurantes, bares, discotecas y conexas. Asombra la mansedumbre con la que los vecinos los soportan, y no asombra la pasividad de las autoridades. De obras públicas hechas a deshoras. De obras privadas y los infalibles radios de los albañiles. De coches con “estéreos” tripulados con por individuos que pretenden llamar la atención sobre su escaso coeficiente intelectual y su sobrada potencia decibélica. Así como ya les va quedando claro a las más nuevas generaciones que es una estupidez y una agresión a la ciudad talar injustificadamente un árbol, es más que tiempo de hacer lo necesario para que todo mundo, y en especial esos nuevos habitantes de la ciudad, se enseñen a repudiar al ruido. Y más allá, a querer al silencio. Si somos capaces de bajar significativamente los inútiles decibeles que ahora se derrochan por todos lados, veremos crecer en proporción inversa la posibilidad de tener una ciudad más feliz. Temas La ciudad y los días Juan Palomar Verea Lee También Estos son los eventos navideños en CDMX que no te puedes perder Hoy No Circula miércoles 27 de noviembre: Autos que descansan en CDMX y Edomex Rels B en CDMX 2025: ¿Cuándo y a qué hora salen los boletos de la venta general? Pensión para Hombres Bienestar: ¿Cuáles son los REQUISITOS de registro? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones