Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Juan Palomar

La ciudad y los días

Lo que vale una ciudad

Por: EL INFORMADOR

Una ciudad debe valer, para sus habitantes, todo lo que su dignidad requiere. Esta valía debe garantizar su calidad de vida, su equilibrio, la satisfacción de sus aspiraciones.

Es mucho. Pero es el programa que, desde su aparición sobre la Tierra, se han trazado las ciudades.

Las maneras de acercarse a tal objetivo han sido muy variadas y a menudo dispares; en demasiados casos las ciudades se han fundado sobre la injusticia y la confusión.

Pero el hecho sigue allí: las urbes son unas complejas maquinarias que tratan de acercar lo más posible a una comunidad a la felicidad.

Una vertiente fundamental de la problemática urbana está en la siempre ardua y complicada relación entre lo público y lo privado. Las ciudades que mejor funcionan son las que han sabido encontrar un adecuado equilibrio entre estas dos polaridades, que se encuentran en la misma naturaleza humana. Lo propio y lo ajeno, lo individual y lo comunitario. Los derechos incontestables y las obligaciones ineludibles.

En el marco de una democracia más o menos consolidada, como es la mexicana, sería útil realizar una reflexión sobre lo que la ciudad representa en términos de apropiación comunitaria y de segregación privada. La tradición heredada por las urbes mexicanas plantea desde un inicio la clara implantación de la supremacía comunitaria sobre el interés individual. Plazas, calles y lugares públicos configuran y vertebran la posibilidad del encuentro, el intercambio, la identificación. Es claro que la calidad y cantidad de estos espacios han venido disminuyendo como consecuencia de un desarrollo urbano defectuoso, mercantilista y miope. No es extraño que uno de los programas prioritarios del Gobierno de la República sea, actualmente, precisamente la recuperación del espacio público. Esta medida es una pieza fundamental para devolver su valía a las ciudades.

Reivindicar el espacio público urbano supone, desde luego, un sustancial esfuerzo de las autoridades. Sin embargo, también implica un parecido compromiso de la ciudadanía.

Y es aquí donde vale la pena detenerse. La gente, a lo que se puede ver, ha renunciado tácita o expresamente, voluntaria o involuntariamente, a asumir los espacios públicos de la ciudad. Dos extremos: las grandes mayorías depauperadas que apenas alcanzan a habitar las orillas cada vez más lejanas y anónimas de la mancha urbana, para las que la ciudad muy poco ofrece y las que, tristemente, poco piden. Y las clases medias y altas que suponen que atrincherándose en los llamados “cotos” obtendrán la ansiada seguridad y el estatus que persiguen (con una limitada extensión en clubes y centros comerciales). En ambos casos parece quedar poco margen para que estos actores sociales inviertan tiempo, energía e imaginación para exigir buenos y suficientes espacios públicos.

Por eso es algo tan importante para Guadalajara la Vía RecreActiva, por ejemplo. Por eso es indispensable continuar con la creación de plazas, parques, rinconadas, paseos, hitos escultóricos de alta calidad. Porque sin la reivindicación de la dimensión pública, comunitaria, de la ciudad... ésta ve nublada su valía, su misma razón de ser.

jpalomar@informador.com.mx

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones