La ciudad y los días

A juzgar por lo que la prensa reporta, existen serias dificultades para que los alcaldes de la zona metropolitana y el Gobierno del Estado encuentren la fórmula para determinar las obras que habrán de realizarse con los recursos del Fondo Metropolitano.

Es comprensible el predicamento. Una sola cobija es insuficiente para cubrir las distintas necesidades de los municipios. Pero ¿de qué necesidades se trata? Allí está el problema. Ninguno de los municipios concernidos (salvo Guadalajara) tiene un Programa de Desarrollo Urbano debidamente realizado y consultado. Todavía no se cuenta con el Plan del Área Metropolitana que Sedeur está trabajando. O sea, no hay una detección clara y objetiva de las necesidades y sus soluciones, y menos una jerarquización de ellas.
No es de extrañar que exista desorientación.

Porque, lo que hace falta, a través de los instrumentos de planeación mencionados, entre otros insumos, es una visión comprensiva y compartida de la gran Guadalajara. Pareciera que no existe una conciencia clara de la urgencia de los tiempos, de las graves repercusiones que cada día que pasa tienen sobre la calidad de vida de más de cuatro millones de habitantes. Y así van pasando las semanas y los meses. Precioso tiempo que actúa, sobre todo, en contra de la brevedad de los mandatos municipales.

Se da por descontado (de optimista manera, por supuesto), que las banderías políticas y las ambiciones personales están ausentes de las discusiones recientes. Que el conjunto de funcionarios encargados de repartir la millonaria bolsa de obras responde a las consideraciones del interés público. Que, ante la falta de instrumentos de planeación que den orientación a sus decisiones, el sentido común y la búsqueda del mayor beneficio comunitario rigen los intercambios de opiniones. Lo contrario sería gravísimo, y quizás contraproducente.

Cabe esperar que el buen ánimo, la sensatez, el sentido común, habrán de determinar en poco tiempo un acuerdo general. Un acuerdo del que se desprendan, en primer lugar, las obras que efectivamente poseen el carácter de metropolitanas y que benefician a las grandes mayorías. Y también las que, en cada municipio, se orienten a hacer de la ciudad una unidad cada vez más homogénea y habitable. El recientemente presentado Plan de Movilidad no Motorizada puede ser, por ejemplo, de gran ayuda para la toma de decisiones.

Existen también necesidades obvias: completar el Periférico pareciera ser una de ellas. Hay acciones de saneamiento cuya urgencia es inobjetable. Pero, es indispensable insistir, hacen falta —y con toda premura— los instrumentos normativos que den luz y objetividad sobre el programa de obras a realizar. Mientras sigamos careciendo de un modelo específico y acordado de la ciudad que requerimos y deseamos, materializado en planes y programas, las demoras o desatinos sobre cómo utilizar los recursos existentes seguirán lesionando a toda la sociedad.

jpalomar@informador.com.mx