Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Juan Palomar verea

La ciudad y los días

Cuidado con los árboles de Guadalajara

Por: EL INFORMADOR

El arbolado tapatío es uno de los principales patrimonios de la ciudad. Es inapreciable. Los beneficios que aporta son de todos conocidos. Ante una muy preocupante nota publicada en EL INFORMADOR el pasado 2 de febrero (“Preparan plan de sucesión forestal en Guadalajara”, Sección Local, página 4), es necesario repasarlos. La biomasa que los árboles representan contribuye a limpiar y purificar el aire, a proveer de benéfica humedad, a detener la polvareda, a amortiguar el ruido, a mitigar la fealdad que tan a menudo conllevan nuestras construcciones y calles.

No se duda de la buena intención de los funcionarios que anunciaron el citado plan. El problema es la comprensión de fondo de la índole del arbolado con que la ciudad cuenta. Es cierto que en ocasiones se han sembrado especies que no son las idealmente adecuadas para los lugares en donde están plantadas, (y habría que revisar con cuidado este supuesto). Pero esto está muy lejos de justificar su retiro indiscriminado. Salvo en casos muy excepcionales, los árboles tienen una sorprendente capacidad de adaptación, y se las ingenian para convivir con sus contextos. A media cuadra de donde se escriben estas líneas hay dos ejemplos: sobre una banqueta de dimensiones normales progresa pacíficamente una enorme, gloriosa ceiba geminada.

Ni una losa ha levantado. En la otra calle, dos magníficas parotas crean en su cuadra un verdadero y grato microclima. Su banqueta, con sencillas reparaciones, queda como nueva.

¿Se deberán ir, entonces, la ceiba y las parotas? Sería, sin duda, una pérdida irreparable, rayando en lo criminal. Es indispensable aplicar los conocimientos botánicos tomando en cuenta muchos más factores que los que rezan los manuales. Casos como los que se citan se repiten por millares a lo largo y ancho de la ciudad. De seguirse los criterios y los porcentajes invocados en la nota, Guadalajara sufriría un gravísimo perjuicio y el paisaje urbano sería drásticamente empobrecido. “Reconfigurar totalmente el paisaje verde urbano” suena más que alarmante.

Un connotado arquitecto tapatío posee una casa en una esquina. Allí, sobre la servidumbre, crece un espléndido hule de descomunales dimensiones. Él solo logra ennoblecer y agraciar toda la calle. Preguntado una vez si el árbol no le causaba trastornos a su propiedad, contestó: “Sí, pero se arreglan. Y si me pones a escoger prefiero por mucho el árbol a la casa.”

Cosa parecida pasa con los árboles “enfermos”. Claro que es mucho más fácil talarlos que cuidarlos. Quitarles el muérdago, por ejemplo, es una lata: hay que podar con cuidado, equilibrar la masa restante, etcétera. Pero estos viejos árboles merecen el respeto y la consideración de cualquier sujeto en edad avanzada y que, a pesar de la misma, brinda inapreciables beneficios.

Es claro que se hicieron plantaciones tontas. Ficus y alamillos, sembrados masivamente hace varios trienios, fueron un error. Pero aún en estos casos hay que saber discriminar con precaución. Existen macizos de estos árboles que a la postre resultaron atinados, y hay individuos específicos que hacen el bien.

Un costo implícito de cualquier árbol es su cuidado. No son de plástico. Si la banqueta se levanta, no es demasiado oneroso componerla, si sus raíces invaden algún tubo se corrige el exceso. Con el apoyo y comprensión de los vecinos podemos y debemos conservar y defender al máximo la riqueza forestal –inapreciable, insistimos– de Guadalajara.

jpalomar@informador.com.mx

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