Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Juan Palomar Verea

La ciudad y los días

Lo intolerable de la ciudad

Por: EL INFORMADOR

Árboles mochos o destruidos gracias a la estupidez y la codicia; en una ciudad con problemas ambientales cada vez más graves, esto debería ser intolerable. Sucede impunemente. Va un ejemplo concreto.

Por López Mateos, a la altura de Las Fuentes, en el camellón Poniente, hay una hilera de fresnos destazados para darle “vista” a un espectacular. Así nomás. Los perpetradores del atentado dejaron las ramas ahí tiradas y se fueron. Pero el anuncio queda. Para las autoridades correspondientes (de Zapopan, en este caso) sería muy fácil dar con el dueño del espectacular, con el anunciante, con el dueño del terreno en donde está la estramancia. Y hacerles pagar por decuplicado los daños al medio ambiente y al paisaje.

¿Y qué sucede? Que nadie se queja, nadie hace nada. Toda la ciudad pierde. Ésta es una queja.

No podemos seguir permitiendo estas agresiones impunes, que además envalentonan más a quienes realizan estas prácticas antisociales. En Guadalajara, aprovechando el cambio de Gobierno, seguramente, pusieron otro enorme espectacular en Hidalgo y López Mateos. Aquí y allá avanzan las invasiones de servidumbres. Hasta por Vallarta proliferan mantas y letreros prohibidos. La gente estaciona sus coches en donde le da la gana, particularmente en las banquetas y en los cruces peatonales.

Hay que atender las grandes líneas estratégicas de la ciudad, las medidas de fondo. Pero atender las cosas que arriba se mencionan resulta también, y profundamente, un asunto de fondo: tiene que ver con la gobernabilidad urbana, ni más ni menos. Tiene que ver con la civilidad más elemental que nos hace capaces de vivir en comunidad.

León Battista Alberti lo dijo hace siglos: La ciudad es una casa grande, la casa es una ciudad pequeña. Todos somos responsables de todo. La costumbre de los así llamados “cotos” contribuye en buena medida a que fracciones de la clase media, muy celosas de su propia “seguridad” se desentiendan de lo que sucede afuera de su pedazo de ciudad amurallado.

La manía de utilizar el coche para todo es otra manera de volver miope a la gente con respecto a lo que sucede en la verdadera ciudad, la de a pie, la de las banquetas maltratadas y poco transitables. Por otro lado, cada vez es más usual un medroso fatalismo frente a lo que pasa en la urbe: es más fácil abdicar del derecho a una ciudad digna que protestar y buscar soluciones.

Queda claro. Son dos cosas: una es protestar contra los atropellos; otra, indispensable, es buscar y aportar soluciones. El simple cacerolismo urbano, tan socorrido por estos tiempos, no lleva a ningún lado, y más bien hace retroceder la discusión y produce desmovilización entre la gente de buena voluntad.

Así que, volviendo al asunto del principio: queda la protesta por los árboles intolerablemente mutilados, y también la propuesta de solución: dar con los responsables y hacer que retribuyan el daño.

jpalomar@informador.com.mx

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