Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Juan Palomar Verea

La ciudad y los días

Casi cincuenta mil accidentes

Por: EL INFORMADOR

Ése es el número de siniestros automovilísticos que cada año suceden en Guadalajara. Son 130 por día, más o menos. Terrible cuenta. Vidas perdidas, heridos y lastimados, economías dañadas, tiempo desperdiciado en tortuosas gestiones: una verdadera plaga.

Habrá quien se encoja de hombros y piense: “¿Qué esperábamos? Así es la ciudad” . Pero no es cierto. Así son estas ciudades. Territorios insensatamente entregados al imperio de la biela, al rechinido de frenos, al estruendo de escapes y cláxones. El humo y la asfixia que avanza: la del aire y la del espacio, que se ve por todos lados cercado por los coches.

No está lejos –esperemos– el futuro en que quienes examinen nuestra época se extrañen con sarcástica curiosidad de la ingenua manera en la que los habitantes de ahora sacrificamos nuestras ciudades al rigor del tráfico automotor indiscriminado. Y moverán la cabeza, como ahora lo podríamos hacer nosotros ante las historias de una ciudad en que las aguas negras corrían a cielo abierto por las calles (y esto, conste, sigue pasando en muchos lugares). Y se asombrarán de la enorme merma en la calidad de vida que el reinado del automóvil impuso a millones de gentes.

Un arquitecto tiene un proyecto inmenso. En él, el cementerio de la ciudad es una gran isla enmedio de un lago formado por las aguas residuales reutilizadas de la ciudad. El camposanto tiene una singularidad: no hay manera de llegar a él sino en alguna embarcación. Así, la nobleza del acto de enterrar a alguien es, instantáneamente, recuperada. Navegación, silencio, movimientos a escala del hombre; ausencia, al fin, de la rampante vulgaridad de los coches ubicuos. Por lo menos en el último tránsito.

Las ciudades podrían, por supuesto, ser de otro modo. Las externalidades (como dicen pomposamente los economistas) del tránsito automotor indiscriminado pueden ser reducidas drásticamente. Los ejemplos no faltan. En Londres cuesta carísimo meter el coche al Centro de la ciudad. Resultado: la calidad de vida, el éxito mismo de la demarcación han aumentado dramáticamente.

Guadalajara tiene que meter en cintura al tráfico. Tiene que resolver su problema de movilidad con inteligencia y audacia. Tiene que resistir al coro de plañideras que ven en cualquier avance en la peatonalización del Centro una amenaza al “comercio” y a la “seguridad”. Tiene que seguir rescatando espacios de los coches para dárselos a la gente de a pie.

No nos confundamos: en circunstancias específicas, el coche es un gran aliado. El problema es que ha pasado de aliado a amo. Hay que acotarlo, dosificarlo, aprender su uso. La ciudad puede ser otra vez el territorio propicio a la vida de sus habitantes.

jpalomar@informador.com.mx

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