Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Juan Palomar Verea

La ciudad y los días

La inteligencia de la movilidad

Por: EL INFORMADOR

Dos dimensiones impactan la vida de la ciudad: la espacial y la temporal. Dentro de la primera recaen todos los elementos físicos que componen la urbe, con sus ventajas e inconvenientes propios: la calidad, disposición y armonía de los contextos y espacios concretos contribuyen o merman la experiencia de la ciudad. La segunda dimensión, la temporal, rige de manera determinante los modos y las factibilidades mediante los que cada habitante puede administrar con provecho uno de los más preciados y limitados recursos a su alcance: su propio tiempo.

Por más que una ciudad pueda estar bien dispuesta en lo espacial, si está mal administrada en lo temporal, carecerá de la elemental habitabilidad que sus habitantes requieren. El vasto organismo urbano que es Guadalajara adolece de graves problemas en las dos dimensiones. Sin embargo, parece existir el consenso acerca de la particular agudeza de las dificultades que en los últimos años ha presentado la principal herramienta para administrar el tiempo de los moradores de la urbe: la movilidad citadina.

Un ciudadano promedio de Guadalajara emplea un alto porcentaje de su tiempo cotidiano en desplazarse para efectuar sus distintas actividades. Este porcentaje ha venido aumentando en la medida en que se ha ido complicando el entorno urbano general. Distancias cada vez mayores en los trayectos, tiempos cada vez más largos para efectuarlos y medios de transporte deficientes e incómodos. Lo anterior conduce a una menor conectividad de la ciudad, a un desperdicio abrumador de recursos y a una degradación general del ambiente.

La respuesta instintiva e inercial de la generalidad de los ciudadanos ante esta situación es buscar una pretendida independencia en su particular movilidad mediante la obtención de un automóvil propio. Los últimos estudios advierten que del total de los viajes-persona diarios ya existe un porcentaje similar entre los que se efectúan por medio del uso del transporte público y los que se efectúan en vehículos privados. La impactante tasa a la que crece el llamado “parque vehicular” es elocuente. Guadalajara tiene ya un automóvil por cada cuatro habitantes, superando a todas las ciudades del país y a la gran mayoría de las del extranjero. Las consecuencias están a la vista. La grave deseconomía que esto representa para la ciudad en general es una de ellas.

Inteligencia es la capacidad de entender una situación de manera lúcida, profunda y útil. Hay por lo menos dos maneras de inteligir la amenaza de naufragio de una embarcación: romper una parte del barco para buscar la salvación individual ante la tormenta; o colaborar con los demás tripulantes para conservar el navío a flote y conducirlo hacia aguas más seguras. La primera opción no es inteligente y responde al instinto y al impulso personal y egoísta: la segunda exige una reflexión lúcida y un acto de solidaridad hacia la comunidad.

En términos de la movilidad urbana tapatía, que hace evidente agua, estamos optando por el pedazo de barco. No es ésta, sobra decirlo, la alternativa inteligente ante la situación. Es preciso, urgente, indispensable, encontrar ya el consenso y las alternativas para un eficiente transporte colectivo que le devuelva su habitabilidad a la ciudad.

jpalomar@informador.com.mx

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