GUADALAJARA, JALISCO (03/SEP/2016).- Mónica terminó el kínder sin dominar el abecedario. Sus profesores dejaron esa tarea a sus homólogos de primaria, pero ellos tampoco lograron que lo aprendiera.Tania, su maestra, afirma que descuidaba al resto del grupo para prestarle atención especial. Después de un mes y medio de no ver resultados, explicó a los padres que su hija tenía problemas de aprendizaje y les recomendó llevarla a cursos de regularización.Los padres sopesaron el gasto y encontraron un centro de atención especial. Por 100 pesos, la niña recibiría clases particulares tres horas a la semana. De esta forma personalizada daría un repaso a los temas que se le dificultaban en la primaria.Susana, su nueva maestra, logró que Mónica aprendiera a leer y escribir, aunque todavía no alcanza a comprender qué está leyendo. “La niña tiene TDA (trastorno por déficit de atención), pero no está oficialmente diagnosticada porque la mamá nunca lo pidió. Tiene problemas graves en matemáticas, lógica y hasta de memoria”.La también psicóloga opina que la sinergia entre maestros y padres resulta elemental para detectar y atender problemas como el de Mónica, quien a pesar de que dejó de asistir a las clases porque sus padres atraviesan una mala racha económica, puede solicitar apoyo especial a la Secretaría de Educación Jalisco (SEJ).En los últimos tres años, la SEJ ha atendido a un promedio anual de 33 mil alumnos en los Centros de Atención Múltiple (CAM) y en las Unidades de Servicio y Apoyo a la Educación Regular (USAER). Entre estos estudiantes hay 36 con TDA.El Estado cuenta con infraestructura y personal especializado para tratar los trastornos que alteran el proceso de aprendizaje. Víctor Manuel Sandoval, coordinador de Educación Básica, asegura que existe un “semáforo” para alertar a docentes y padres, a fin de que los alumnos reciban un trato especial. Para ello alistan cambios al plan de estudios.