LA CIUDAD Y LOS DÍAS

La iniciativa de contar con un Museo de Arte Contemporáneo para Guadalajara siempre ha sido, y es, bienvenida. Son ya muchos años de esperar a que suceda. Cabría hacer algunos apuntes que podrían volver a la nueva instalación el lugar que la ciudad requiere.

El sitio, el Parque Mirador Dr. Atl, es extraordinario. El proyecto del edificio, de los arquitectos Jacques Herzog y Pierre de Meuron es muy afortunado. Sería indispensable lograr un máximo aprovechamiento social, paisajístico y ambiental a partir de la reunión de estos elementos. El actual parque, de uso público cotidiano, de acceso y gozo de la incomparable barranca del Río Grande de Santiago, debe seguir cumpliendo esa función.

Enriquecido, complementado, caracterizado por una estupenda obra de arquitectura. La razonable escala de la construcción proyectada y la gran extensión del parque, posibilitan lo anterior perfectamente. (Es obvio referirse al ejemplo del Museo Tamayo en el bosque de Chapultepec.)

La expresión del nuevo museo, como tal, se puede potenciar extraordinariamente a través de un proyecto integral de jardinería, paisajismo y arquitectura. El favorable clima local y lo excepcional del contexto, unidos a la alta calidad de la arquitectura propuesta, otorgan la oportunidad de crear, de esta manera, un lugar único en el ámbito nacional y aún internacional.

La solución planteada por los arquitectos, fundamentada en una serie de volúmenes de gran limpieza articulados de una manera casi biológica, suspendidos de manera que liberan la mayoría de la superficie ocupada, ofrece la posibilidad de realizar una síntesis arquitectónica y paisajística única. Sería quizá pertinente sugerir que las amplias azoteas puedan asimismo utilizarse como terrazas, jardinadas o no, como galerías al aire libre, como espléndidos miradores tanto de la barranca como de la ciudad.

Es importante superar el dilema de tener un museo rodeado de áreas verdes o un parque: se pueden conseguir las dos cosas. La enorme trascendencia de contar con un museo de primera importancia internacional se ve potenciada al conservar y reforzar el uso del espacio como un parque público vigente, abierto todos los días a toda la gente. Cualquier dificultad en la gestión de la infraestructura cultural puede superarse mediante una reglamentación y una zonificación de uso adecuadas.

Además de lo anterior, cabe esperar que la gestión museológica de la instalación tenga la inteligencia necesaria para dar a Guadalajara un museo único en sus particularidades y universal en sus aspiraciones. El proyecto cultural, de gran aliento, debe saber enraizarse en la región y su comunidad y abrirse a expresiones propias y distantes, bajo la condición irrenunciable del rigor artístico e intelectual y la calidad.

Sería altamente deseable que la implantación del museo en el parque fuera adecuadamente complementada -mediante programas apropiados- con otras obras de promoción de una zona urbana que mucho las necesita. Rescatar y poner en valor los viejos cascos tradicionales de los viejos pueblos de Huentitán el Bajo y el Alto; realizar el rescate del borde de la barranca mediante la creación de un malecón panorámico; propiciar pequeños miradores vecinales en los barrios, llevar a cabo programas adecuados de saturación urbana que permitieran usos complementarios, hacer paseos peatonales y rutas ciclistas... Todo esto redundaría en una eficaz y muy saludable inserción del museo en un entorno muy necesitado de mejoras.

Para convocar a las musas fueron pensados los museos. Para hacerlos lugares de gozo y reflexión, de descubrimiento y asombro, de formación intelectual y espiritual. Para constituirse en piezas claves -que explican, develan y dan carácter y nuevos vuelos a la ciudad. Todo esto, y más, puede y debe ser el nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Guadalajara.