Hábitos de habitar Guadalajara

“En el mar la vida es más sabrosa”… y mientras el hombre interviene menos, es mejor.

Contemplar una puesta de sol, oír las olas, oler la playa y sentir la humedad en la piel es enfrentarte a tu naturaleza humana cordial, a la que se relaciona con el entorno natural. Tu vista llega más lejos, respiras más profundo, “oyes” el silencio, sus sonidos… Tu piel reacciona; pasa también esto con los bosques, con lagos y con tantos otros paisajes naturales. Entonces piensas, habiendo tanto litoral, tantos lugares de una geografía y un paisaje magnifico... ¿por qué la mayoría de la población vivimos en ciudades? ¿Qué nos ha hecho cambiar la naturaleza honesta y grata por metrópolis donde ni una puesta de sol o un amanecer podemos disfrutar?

Evidentemente hemos aceptado por acción que el paisaje urbano, ése que es ampliamente intervenido y construido por el hombre, nos convoca más que el paisaje natural. Al menos en nuestra era, a la civilización le gusta complejizar —si no es que destruir— su hábitat natural (y ser testigo de esa destrucción). De a poco nos vamos dando cuenta de lo dañino que resulta este fenómeno que estamos generando, donde hasta las hojas de los árboles molestan y hay incluso quienes se deshacen de ellos porque “ensucian”. Increíble, absurdo... ¿será por eso que hay más autos que árboles en Guadalajara?

Resulta importante entonces aprovechar el constante debate sobre el futuro urbano de esta Guadalajara metropolitana, a fin de buscar consensos y encontrar soluciones. Ya sea por asuntos de transporte público, puentes, Panamericanos, usos de suelo o cualquiera de sus modalidades, el tema está presente en conversaciones y medios de difusión cada vez de manera más permanente. La destrucción de zonas de protección ambiental indignan a más de uno. Esta condición se acentúa frente a grandes proyectos públicos y privados en curso, así como también frente al cambio de administraciones municipales que resultan ser momentos oportunos para pensar acerca del futuro de cada municipio y la ciudad en su conjunto.

Ante este universo de posibilidades en el debate y frente a la voluntad de ciudadanos que se interesan en el tema, la ciudad tiene la posibilidad de recuperar camino; podemos hacer mucho desde nuestras importante condición de ciudadanos. Si bien como sociedad global se afirma que nuestros hábitos de consumo no son los adecuados, ya que, según dicen los expertos, necesitaríamos tres planetas para darnos abasto; como sociedad local podemos además poner atención particularmente en nuestros hábitos de habitar la ciudad.

La ciudad va generando cada vez más una relación de distancia con sus ciudadanos, si no tratamos ahora de recuperar nuestra relación territorial y espacial con la ciudad, es decir, teniendo más y mejores lugares comunes donde estar, donde convivir, por donde transitar, después será más difícil y la distancia será mayor. Según explica el geógrafo catalán Frances Muñoz, ante la extensión de la vida urbana a zonas mucho más lejanas y a partir de cambios en los hábitos de movilidad aparece el “habitante pendular”, definido como aquel que no vive en la ciudad, sólo transita a ella para trabajar; o el que vive ahí, pero trabaja en zonas suburbanas; es decir, un habitante itinerante de la ciudad a lo largo del día, de la semana, del mes. Muñoz menciona que las ciudades globales tenderán a tener más “habitantes pendulares”. Es probable que ellos se involucren aún menos en los problemas de la ciudad, finalmente tendrán la posibilidad de estar en otra ciudad, de moverse hacia una mejor opción.

Los que aún lejos de ser “pendulares”, somos “oscilantes” alrededor de una ciudad que queremos ver mejor, tratemos a través de nuestros hábitos de mejorar nuestra ciudad: contaminemos menos, respetemos más. Exijamos así construir acuerdos por una mejor ciudad. En Guadalajara todavía la vida puede ser “sabrosa”.  

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