Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | Al revés volteado por Norberto Álvarez Romo

Gente y petróleo

El problema se centra alrededor de la cada vez más limitada capacidad de los ecosistemas

Por: EL INFORMADOR

Recientemente han coincidido en los medios dos temas que parecen desvinculados entre sí, y que además ya han pasado al trasfondo de la atención a fuerza de estar tan repetidas. Son el censo 2010 y el derrame petrolero del Golfo; crecimiento poblacional y desastre ecológico.

La ONU presentó un informe sobre la “Evaluación de Ecosistemas del Milenio”, que recoge el trabajo de científicos dedicados a estudiar cómo la Humanidad ha ido acabando con los recursos naturales del planeta. El reporte plantea la urgencia de modificar el modelo de crecimiento poblacional, urbano e industrial; planteando que el futuro de la Humanidad está seriamente amenazado. No pudo ser más pesimista: el problema se centra alrededor de la cada vez más limitada capacidad de los ecosistemas de nuestro planeta para hacer frente al embate de necesidades y modos de vida de una población que crece y crece.

El aumento contundente está en la demanda mundial de energía, principalmente para electricidad y transporte. Sin embargo, los suministros mundiales de petróleo, gas natural y carbón no crecen con la misma tasa que su consumo. El desenlace inminente resulta obvio.

Para mantener la maquinaria económica del mundo, es evidente que se deberán desarrollar nuevas tecnologías energéticas más baratas que los combustibles fósiles y todavía aún más eficientes, ahorrativas y sostenibles.

La tecnología más prometedora a largo plazo es la que aprovecharía la energía solar. La radiación que el Sol deposita sobre nuestro planeta cada año es aproximadamente mil veces superior al uso energético comercial del mundo; lo cual significa que basta tener la capacidad de aprovechar una pequeña parte de ésta para saciar lo inmediatamente necesario y todavía nos quedaría para largo rato.

Para entender mejor la situación del petróleo hay que tomar distancia en el tiempo, mucha distancia. Los combustibles fósiles son fósiles porque son lo que ha quedado de los restos de organismos biológicos que vivieron hace ya muchos millones de años; algas, bacterias, hongos, plantas y animales que alguna vez nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron.

Algo que comparten todos los seres vivos es que desde su medio ambiente toman hacia el interior de sus cuerpos lo que necesitan y quieren para crecer y vivir; y al medio ambiente tiran lo que les sobra, repugna, daña o estorba. Al final hasta los cuerpos mismos quedan entregados a su entorno; devueltos digamos, en polvo.

Las condiciones ambientales de nuestro planeta han cambiado a medida que los procesos de vida han evolucionado. Las primeras plantas que tomaban energía del Sol, agua y bióxido de carbono para crecer lo hacían (como todavía) a través de su mágica fotosíntesis; comían luz. Se volvieron las principales productoras de materiales nuevos al sintetizarse los componentes químicos que formarían sus propios cuerpos. Sus cadáveres conservaron estos materiales que se formaron con la energía que se tomó de los arcaicos rayos del Sol.

La atmósfera que prevalecía al principio tenía muchísimo más bióxido de carbono que ahora; lo cual provocó un crecimiento rápido de las plantas y su biomasa. De aquí vienen los restos fósiles que ahora presumimos energéticos petroquímicos; nuestro oro negro de interés nacional. Lo que hoy llamamos yacimientos, antes eran grandes cementerios. Ahora, el calentamiento global provocado por los “gases de efecto invernadero” se debe a que, al quemar estos materiales para extraerles su energía (que provino originalmente del Sol), estamos deshaciendo la fotosíntesis y devolviéndole a la atmósfera sus condiciones anteriores. Nuestra contaminación del aire es regresión ecológica. Estamos atorados con el problema de un mundo despetrolizándose, un ambiente en declive y más gente exigiendo vivir mejor.

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