GUADALAJARA, JALISCO (12/JUL/2017).- “Recibir un órgano es una maravilla, una bendición. Aunque al inicio el trasplante de dos órganos fue un proceso demasiado duro, porque el cuerpo tarda en asimilar lo que no es suyo, valió la pena. Disfruto a mis dos hijos cada mañana, lo primero que hago al despertar es dar gracias por un nuevo día. A cuatro años de la cirugía estoy bien, me cuido mucho”.Estas son las palabras de Ángela María Villa Estrada, de 50 años, originaria de Puerto Vallarta, Jalisco, quien se convirtió en la segunda paciente en recibir un doble trasplante simultáneo de hígado y riñón en la historia del Hospital de Especialidades del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la Entidad, el 17 de julio de 2012.Hasta los 24 años se consideraba una persona sana, afecta al ejercicio, no obstante, luego de perder a su primogénito, los médicos descubrieron que padecía una enfermedad genética, una poliquistosis renal-hepática que conduce, paulatinamente, a la falla de riñones e hígado.“A raíz de eso me empecé a cuidar, a consumir menos carne, a llevar una vida más saludable, a llevar un tratamiento”, comparte. Su salud se mantuvo estable de este modo durante 14 años, pero un trasplante, primero hepático, se hacía cada vez más necesario. Así, recibió un llamado de su médico para saber si era compatible con un hígado que estaba por llegar, lo mismo que otro paciente. Por desgracia, el órgano no resultó apto para cirugía.“Tendría yo unos 38 años y creo que me desanimé, me despegué un poco del tratamiento y dije, ‘si Dios me quiere así, así voy a estar’”. Confiesa que buscó otro tipo de alternativa de orden naturista, pero el desgaste de sus órganos era irreversible y cuando decidió ir nuevamente a consulta, ya tenía también falla en ambos riñones. Fueron momentos difíciles que tuvo que afrontar, junto con sus hijos pequeños, y una separación temporal de su marido.Fueron el jefe de Cirugía, José Manuel Hermosillo, y el experto en trasplante de hígado, Federico Mendoza, del Hospital de Especialidades, quienes “me tomaron uno de cada lado”, y la apoyaron para concluir un protocolo que le permitió recibir un trasplante simultáneo de hígado y riñón. “Tuve la fortuna de que me hablaran en poco tiempo, un muchachito sufrió un accidente y tuvo muerte cerebral. Sus papás decidieron donar sus órganos y yo fui la más compatible; aquí estoy”.Luego de cuatro años de un proceso que no ha sido fácil, porque ha implicado un fuerte auto-compromiso con la salud por parte de Ángela María, continúa brindándosele un seguimiento puntual por parte de todos los niveles de atención médica de la dependencia, incluida la División de Nefrología y Trasplantes, encabezada por el doctor Eduardo González Espinoza.Finalmente, Ángela María invitó a crear más cultura de la donación de órganos y tejidos “muchos luchamos por vivir y hacemos lo posible por tener calidad de vida. Cuando una persona está a punto de partir, muchas veces para los familiares no es fácil, pero cuando ya no hay esperanza para un paciente, tenemos mucha fe en que a sus órganos se les va a dar la mayor utilidad posible y que vamos a cuidarlo para poder estar en mejores condiciones, porque vivir pegado a un aparato es muy duro”.¿De dónde saca uno esa cantidad?“Para el IMSS yo tengo las mejores palabras porque he visto muchos casos de trasplantes y enfermedades como el cáncer. Si no fuera por el Instituto no sé qué hubiéramos hecho, porque en aquel entonces mi cirugía estaba valuada en medio millón de dólares, ¿De dónde saca uno esa cantidad? Simplemente en medicamentos, el gasto es fuertísimo porque son de por vida, lo que uno aporta en realidad es nada”.