Jalisco | Según yo por Paty Blue Esta tristeza mía No sólo fueron los años, mi renuencia a levantarme se debía a la pérdida Por: EL INFORMADOR 5 de septiembre de 2010 - 03:48 hs El jueves amanecí tristona, sin muchas ganas de zafarme de los hercúleos brazos de Morfeo (imagino que así deben ser, porque cada vez me cuesta más trabajo librarme de ellos) y deseosa de honrar a esa mañana húmeda y nublada que se presentaba como descarada provocación a rendirle tributo entre las sábanas. La ocasión lo ameritaba; no todos los días se suman 52 semanas más a la propia y añosa biografía, y eso de hacer conciencia de que ando arañando la adultez en plenitud me cae tan de peso, como cuando me preguntan en las farmacias si manejo credencial del INSEN. El agua de la regadera y la acción emoliente de un perfumado jabón anti edad (¡ja!) obraron el milagro; no de restarme el año recién ajustado, sino de sacudirme la apesadumbrada modorra que me cargaba y que debía despejar a la brevedad, para no presentarme al desayuno-festejo como ejemplo ambulante de los estragos de la edad que no se alcanza, sino que se deja venir encima. Luego, gracias a ese espléndido intercesor llamado Facebook, ocurrió el refrescante milagro del afecto que hidrata y suaviza el espíritu, por medio de incontables mensajitos que viajaron desde ignotos rumbos hacia mi computadora, para dejarme saber que todavía tengo muchos prójimos que me hacen en el mundo y hasta la molestia se toman de hilvanar unas líneas para expresarme su cercanía. Subsiguió un agasajo postinero con algunos parientes y, justo al pardear la tarde, cuando estaba por dar cuenta del tercer café y la cuarta rebanada de pastel, por voz de esa sobrina que comenzó a caerme gorda desde que adquirió un trebejo que la conecta con el mundo y la aísla de quienes le rodean, me enteré que Germán Dehesa, adelantándose a los infaustos pronósticos de sus médicos, se durmió para siempre, quedándonos a deber las apetecibles crónicas que sin duda habrían salido de su portentosa pluma, sobre las múltiples, variadas y churumbeleras conmemoraciones del bicentenario. Aquél que en más de alguna ocasión expresó que se quería morir en Houston gritando leperadas, se fue en silencio y rodeado de sus hijos. Quien nunca perdonó a su madre (según él, fundadora de Inconscientes, A.C.), que en su tierna infancia lo hubiera enviado a comprar varillas para faja, ocurrió a reunirse con ella para agradecerle la vivencia que, años después, le inspiró uno de los textos más divertidos que he leído. Aquel hombrecillo de testa baldía y grandes orejas que me concedió la entrevista más larga que he sostenido en el oficio, ya que empezó en el pequeño teatro donde pondría en escena su obra Tratadeus (después de Tapadeus y antes de Zedilleus), siguió en la camioneta de Alberto Escobar, luego hurgando libros en Gandhi y remató en una nevería de Chapultepec, se retiró de esa aventura que vivió con tanta pasión, derrochando ingenio y un sentido del humor que ya comencé a extrañar. Quien alguna vez me reprochó que le anduviera metiendo libros bajo el sobaco, pero igual gratificó mi tapatía hospitalidad con un compendio de fotocopias de sus originales escritos a máquina, enlutó mi corazón y me explicó, con esa su voz, menos privilegiada que su pluma, por qué el pasado jueves amanecí tristona. Temas Paty Blue Según yo Lee También Sociales: Freedom Moves, caminando por la libertad Studio Noise Sociales: Brenda Padilla, dulce espera de Isabel Sociales: Clásico Tapatío, una experiencia deportiva única Sociales: C&A abre sus puertas en La Perla Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones