Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Pergeño por Victor Wario Romo

“Es que me caía mal…”

La pérdida de una vida por métodos violentos siempre es un hecho que trasciende las circunstancias de víctima y victimario

Por: EL INFORMADOR

La pérdida de una vida por métodos violentos siempre es un hecho que trasciende las circunstancias de víctima y victimario, para entrar al terreno del cuestionamiento sobre lo que está haciendo, pero sobre todo lo que está dejando de hacer la sociedad para regular sus esquemas de convivencia, lo mismo en el ámbito familiar que en el laboral, en el vecinal y el más ampliamente social.

Un crimen por intereses económicos, uno por rencillas personales, lo mismo que uno por problemas pasionales, no se diga los miles y miles que se han producido en los últimos años en el marco de la cruenta lucha que se libra por el mercado de las drogas, revelan lo mismo, aunque en diversas facetas y con distintos grados de profundidad: descomposición social y profunda debilidad institucional. Y cuando digo “institucional” no estoy endilgando toda la responsabilidad al Gobierno, sino a las instituciones todas, como el sistema educativo, como las asociaciones vecinales, como los distintos esquemas de convivencia interpersonal, las diferentes denominaciones religiosas, en fin. Sé que, en sentido estricto, algunos de estos ámbitos no corresponden a la definición de institución, pero finalmente son las que articulan la manera en que nos relacionamos.

La tragedia que hemos atestiguado por el crimen del pequeño Leo, quien con apenas año y medio de edad fue privado de la vida (nunca más certera esta expresión que suele usarse en la jerga de la información policíaca) por su padrastro de nombre Jonathan Quirarte, de 24 años de edad, refleja una de las más terribles facetas de esa descomposición social.

¿Es comprensible que alguien en sus cinco sentidos, adulto y consciente de su responsabilidad como esposo, como padre (aunque no biológico) de un pequeñito de apenas año y medio, diga que lo mató porque “le caía mal”?

¿Dónde recibió educación este joven criminal? ¿Por qué creyó, y creyeron quienes estaban en su entorno, que era capaz de hacerse responsable de las necesidades, ya no se diga de las inquietudes, los deseos y los anhelos que tiene un infante que apenas está conociendo la vida? ¿Acaso el legítimo derecho de una persona a vivir en pareja puede quedar supeditado inconscientemente a cualquier cosa que pudiera pasar con el destino del niño?

Porque accidentalmente me he enterado que en el vecindario en que vivía Jonathan con su pareja y el pequeño Leo, eran evidentes los maltratos que aquél propinaba al menor. Todo mundo se daba cuenta de que le gritaba, lo jaloneaba, lo maltrataba en plena calle. Desgraciadamente nada se hizo, no hubo atención profesional, no hubo correctivos, hasta que el criminal confeso admitió que mató al niño porque “le caía mal”.

Isaac de Loza ha hecho para EL INFORMADOR una excelente crónica sobre el terrible crimen de Leo. La reacción inmediata de lectores que se han expresado por internet revela ira (Morir en la hoguera… “Ojo por ojo, diente por diente”… Pena de muerte, “Cuello”…), lo cual, siendo una reacción comprensible, no asoma soluciones a este tipo de degradación social que padecemos. Porque se trata de una responsabilidad social, de autoridades y ciudadanos, algo hay que hacer para evitar estos crímenes aberrantes… ¡Pero ya!

Temas

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones