Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

El varón rampante de la FIL

Al caminar los pasillos de la FIL este año hay la extraña sensación de que Monsiváis se va a aparecer de un momento a otro en una esquina para hacer un comentario mordaz

Por: EL INFORMADOR

Carlos Monsiváis era ya parte del inventario de la FIL. Por eso ha costado tanto trabajo darlo de baja y por eso tantos homenajes a este que es, sin duda, uno de los escritores más polifacéticos y representativos del pensamiento mexicano del siglo XX. La revista Folios que edita el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Jalisco (a más largo el nombre, más imprecisa la actividad que realiza) decidió, atinadamente creo, dedicar un número entero a revisar a este personaje tan querido como odiado, tan aplaudido como vituperado, pero sobre todo tan irrepetible. Aun sus mayores detractores tenían que voltear a verlo.

La colección de artículos que Folios nos regala es un verdadero mosaico, un baño de pueblo donde ningún azulejo tiene nada que ver con el de al lado y sin embargo, conforman una extraña unidad en la que pareciera que así fue diseñada. Hay algo sin embargo, que une a todas las piezas de este mosaico: que ninguno de los que escriben fue de los amigos realmente cercanos de Carlos Monsiváis, pero todos lo conocieron en algún momento y tienen una anécdota que contar.

Es una visión amplia y diversa. Es una imagen reflejada en un espejo roto, es decir no es una sola imagen nítida y perfecta de un personaje, sino un montón de pequeños reflejos distorsionadas por la perspectiva de cada autor y en el que al final, se muestran muchos más ángulos y detalles que los que puede reflejar el más pulido de los espejos.

Carlos Monsiváis representa en muchos sentidos la paradoja del intelectual de fines del siglo XX y principios del XXI: el pensador que es a la vez oráculo, en un sentido clásico de la tarea de pensar el mundo, y a la vez mediático, el hombre arrastrado por la velocidad de los medios, exigido por la inmediatez. Carlos, el ocurrente, era el favorito de los periodistas porque nadie como él procesaba los acontecimientos a la velocidad que le imponían los medios (con un poco menos años hubiese sido un gran twittero: el mejor para sintetizar, con humor, la realidad en 140 caracteres). Pero la inmediatez mediatizó al gato. Carlos acabó atrapado en su propio personaje, en el intelectual popular, cada vez más querido por el público, en un producto de los medios con los que tenía esta relación tan extraña como perversa: siempre tenía una frase demoledora contra los medios, pero siempre estuvo en ellos.

Al caminar los pasillos de la FIL este año hay la extraña sensación de que Monsiváis se va a aparecer de un momento a otro en una esquina para hacer un comentario mordaz. Sí, el varón rampante de la FIL puede aparecerse en cualquier momento, si no en un pasillo, si no en una cita, un homenaje o en algún crítico dispuesto a sentenciar la muerte, ahora sí, de Monsiváis, que este año está más presente que nunca en los corrillos de la Feria.

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