El temible empate

Todo apuntaba para allá. Las condiciones están más que dadas. Desgraciadamente no es una señal de progreso, sino una consecuencia del fracaso del transporte público en la zona metropolitana de Guadalajara. Según estudios recientes, hay un empate entre el número de viajes cotidianos realizados en autos particulares y el que se efectúa por medio del transporte urbano. Hace poco tiempo, quizá cinco años, estas cifras se calculaban en una proporción de 7 a 3, a favor del transporte público.

Y no es que nuestra sociedad se haya vuelto repentinamente más rica y con ello más capaz de comprar coches a diestra y siniestra. Es que la imperiosa necesidad de transportarse ha obligado a vastas capas de la población a adquirir, a como dé lugar, un coche. En muchos casos el vehículo resulta una pesada carga extra para la economía familiar.

Las circunstancias, además, han sido propicias para este auge. La existencia aparentemente inagotable de coches "chocolates", la consiguiente baja de precio de los vehículos usados, el aumento de financiamientos vehiculares. Pero, sobre todo, la situación del transporte colectivo.

Para cualquier persona es indispensable contar con una cierta certeza de estar a ciertas horas en ciertos lugares para cumplir con sus actividades. Laborales, estudiantiles, o de cualquier otra índole. Tal cosa no sucede entre nosotros. Además, la calidad del transporte debe ser, no digamos ya excelente, sino razonable. Menos aún. Los males que aquejan al actual sistema han sido repetidos hasta el cansancio. Guadalajara está muy lejos de contar con el transporte colectivo que la segunda ciudad del país requiere.

Y esto es carísimo. Sobre millones de habitantes se ejerce a diario un injusto impuesto: a su tiempo, su dignidad, en algunos casos su integridad física. El costo anualizado de lo anterior es astronómico. Podría expresarse en pesos y centavos y la cifra sería escandalosa. Una consecuencia directa de este estado de cosas es la explosión vehicular de la que se hablaba más arriba.

El sistema vial de la ciudad está ya saturado, y en muchos momentos, en muchas zonas, colapsado. No es posible esperar que las mismas calles y avenidas resistan un incremento automovilístico como el que hemos experimentado. Por lo mismo, la contaminación ambiental ha aumentado alarmantemente. También el número de horas hombre perdidas en traslados que, día con día, al son de 286 autos nuevos cotidianamente, se van alargando y dificultando.

Las nuevas rutas de transporte público basadas en autobuses circulando por carriles confinados pueden ser el principio de un cambio en la situación. La urgencia de revisar y corregir drásticamente todo el resto del sistema de transporte prevalece. Y también la necesidad de que cada ciudadano cuente con las condiciones para elegir responsablemente el medio de locomoción que le es conveniente y posible utilizar en la ciudad.