Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | La mitad de mi vida ha estado impregnada, alentada y motivada por el periodismo

''El periodismo es mi vida''

La mitad de mi vida ha estado impregnada, alentada y motivada por el periodismo

Por: EL INFORMADOR

Discurso textual:

Buenas tardes.

Mi madre querida y adorada, la señora Alicia, quien está aquí presente, nos ha enseñado a mis hermanos y a mí a siempre dar gracias. Y eso es lo primero que quiero hacer:

Darles las gracias a la Universidad ITESO y a la Universidad del Valle de México que me postularon para recibir el galardón. Gracias doctor Orozco, gracias maestro Cantalapiedra. Con su apoyo es que recibo esta distinción. Me honra el que ambas instituciones se hayan fijado en mi persona.

Darle las gracias al jurado, que con su votación se inclinó por un servidor; como seguramente lo haría con varios de mis amigos, verdaderos profesionales del periodismo.

Darle las gracias a cada uno de ustedes, mis amigos, ex alumnos y compañeros, que a pesar de sus múltiples ocupaciones me regalan hoy su tiempo. Me siento gratamente arropado con su presencia. Su acompañamiento lo recibo como una muestra de estimación y aprecio hacia mi persona.

Darle las gracias a mi familia, a Bety, a mis hijas y nietos, que en todo momento han estado conmigo a lo largo de los 26 años que he seguido aferrado a ser periodista, a ejercer el periodismo, con sus secuelas de trabajos forzados, llegadas tarde a casa, aislamientos para dedicarle tiempo a la lectura y a la investigación, desveladas, prisas y nerviosismos permanentes, fines de semana sin descansos, bajos sueldos, enfermedades y presiones de todo tipo. Gracias de todo corazón. Su apoyo ha sido mi bendición y mi fortuna.

La mitad de mi vida ha estado impregnada, alentada y motivada por el periodismo. Lo paradójico es que recibo un galardón cuando aún tengo mucho que aprender para poder informar y opinar, para defender causas que considero justas, para ejercer la crítica responsable, para coordinar equipos de reporteros, para editar a pie juntillas numerosos textos, para mantener la independencia de mi criterio, para indagar donde no me llaman o me rechazan, para intentar transmitir mis experiencias y el entusiasmo por el periodismo a mis alumnos, para sumar mis modestas y desgastadas teclas a la construcción de un país que realmente sea democrático y justo, para agregar mi propio castillo de arena a la construcción colectiva de utopías.

O para, como dice el maestro Javier Restrepo, seguir siendo un utópico que pretende cambiar con letras este mundo.

Me congratulo de tener la fortuna de recibir el galardón Despertador Americano a cinco días de que se cumpla el bicentenario de la publicación de su primer número, hecho trascendental ocurrido el 20 de diciembre de 1810 en Guadalajara luego de que Miguel Hidalgo y Costilla aboliera la esclavitud.

En la aparición de ese impreso, el Despertador Americano, se reúnen simbólicamente las luchas sociales de los excluidos de siempre y el periodismo, la defensa de derechos elementales y la libertad de expresión. El ejemplo del periódico me inspira para ratificar el mantener ambas visiones: la del periodismo que acompaña a las clases y los grupos sociales más vulnerables. Los insurgentes de hace dos siglos nos pusieron ese ejemplo, para herencia de quienes voluntariamente y por convicción recogemos la estafeta.

Recibo también el galardón en momentos difíciles para los periodistas: con sueldos infames para la mayoría de la tropa de a pie, los miles de reporteros, fotógrafos y camarógrafos que padecen la incertidumbre laboral de cualquier día ser despedidos de sus fuentes de empleo de la peor manera posible, cuyo trabajo pende de un hilo cuando son críticos y enfrentan a funcionarios que, sin importar a qué partido pertenezcan, presionan a las empresas para que los remuevan de sus fuentes o les corten la cabeza; de informadores que laboran en dos o tres medios para mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias; que nunca como ahora enfrentamos un clima de grave violencia que ha ocasionado asesinatos, desapariciones, lesiones, exilios y amenazas a cientos de periodistas del país, con la complicidad e ineptitud de nuestras autoridades y de los que debieran perseguir los delitos.

Reporteros con poco o nada de tiempo para investigar asuntos a fondo, pero que buscan celosamente cumplir con su tarea de garantizar el derecho a la información de sus lectores, radio escuchas, televidentes o receptores; reporteros que muchas ocasiones han tenido que luchar contra numerosos obstáculos a pesar de las leyes de acceso a la información, que cada vez muestran más sus límites ante funcionarios que se auto consideran propietarios de la información pública; de los periodistas que dejan a un lado el servilismo ante cualquiera de los grupos de poder o los intereses de mafias políticas, para de manera inteligente abordar los asuntos que no tienen por qué estar ocultos y que, con sus reflexiones, nos permiten comprender complejos fenómenos y darnos luz sobre los acontecimientos.  
 
Por eso reivindico la labor del reportero convencido y consciente de su responsabilidad ante su comunidad y su país, del rol que juega en esta sociedad para construir un mejor espacio para todos; del comunicador profesional que hace de la honestidad una virtud a prueba de fuego, que no es comparsa del injusto sistema político que padecemos ni vocero de los engañadores de siempre; del periodista que no persigue la nota fácil y espectacular, mentirosa o de chisme barato, que con principios éticos sólidos no es un mero tunde teclas o un maquilador de notas, sino un profesional que ama y defiende el lenguaje, que es un buscador de las verdades periodísticas, comprometido con un periodismo de calidad, que sueña todos los días con escribir las mejores y más completas noticias, crónicas, entrevistas, reportajes o columnas, y que con su trabajo y esfuerzo cotidiano nos convence de que una mejor información es posible para un posible mejor mundo.

Y mientras releo estas notas pergeñadas ayer, a mi mente vienen numerosas escenas de mi paso por seis periódicos, dos revistas y dos estaciones de radio. De cuando en 1975 dejé las ciencias físico matemáticas que me ofrecía una ingeniería para abrazar la pasión del periodismo; de la primera ocasión que cubrí una noticia para un periódico, El Diario, en el lejano 1984; de mi primer reportaje sobre derechos humanos en El Occidental que costó numeroso estrés, en un año, 1987, que era pecado mortal enfrentarse a la Procuraduría de Justicia, como recordará Pedro; de la emoción que sentí al ser uno de los múltiples progenitores en 1991 del periódico Siglo 21; de los apuros que pasé en 1991 al ser corresponsal de La Jornada; del orgullo que sentí de ser periodista cuando vi a muchos de mis iguales cubriendo con excelencia las explosiones del trágico 22 de abril de 1992; del mes que estuve de enviado en Chiapas, en 1994, durante el alzamiento de los indígenas zapatistas y las lecciones que recibí en ese periodo; de la creación colectiva contra todos los pronósticos, en 1997, del diario Público.

De las investigaciones que durante medio año permanecí metido en la sistematización de cientos de expedientes y decenas de entrevistas para producir 14 reportajes con una compañera, Alejandra, para aportar en 1998 otra visión del narcotráfico en Jalisco; de los cinco reportajes a marchas forzadas sobre las corruptelas, prácticas monopólicas y avatares de quienes conducen taxis, en 2002; de los tres periodos en que fui editor en incesantes jornadas en Siglo 21 y Público; de mi periplo por Colombia dos veces, como alumno de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano y como periodista y profesor en tres encuentros internacionales; de mi atrevimiento al opinar diario en una estación radiofónica durante 2006 y 2007; de la responsabilidad que siento cada vez que expreso mi parecer como columnista desde hace quince años; de ser locutor en una estación radiofónica por el mero gusto de serlo, desde 2007, en un solitario programa de noches sabatinas; de mi terquedad por abrir un espacio, una revista en internet en 2009 y 2010, de aprender tantas y tantas cosas, de llevar en mi espíritu y en mi mente tantas y tantas experiencias que me han hecho lo que soy, con las que me he construido, con mis virtudes y defectos, con mis esperanzas, con mis sueños y mis compromisos.

Por eso continuaré con mi terquedad y mi pasión: ser periodista, siempre, obstinado y firme, rodeado de alumnos a los que posiblemente les pueda transmitir algo. Mantengo la seguridad de que continuaré en esa aventura, en ese destino que elegí, en ese camino que hace muchos años escogí con vehemencia, porque el periodismo no solo es un arte, un método, una profesión, una forma de comunicación social, una oportunidad que nos damos los humanos, con espacios y tiempos para informarnos e interactuar; porque el periodismo es, también, con orgullo, mi vida.

Gracias.

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