Jueves, 28 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

El gran déficit del Bicentenario

Con pretensión de competir con Reforma y con Champs Elysées, y con el nombre de Porfirio Díaz, nació hace 100 años la Calzada Independencia

Por: EL INFORMADOR

A Gladys, 30 años entre nosotros

“Por orden del presidente de la república, Porfirio Díaz, se constituye la Comisión Central de Jalisco del Centenario de la Independencia Nacional que llevará la responsabilidad de ejecutar el proyecto que, al tomar posesión de la gubernatura, don Miguel Ahumada había concebido: trazar una avenida cuya belleza y utilidad hiciera competir a Guadalajara con México y su Paseo de la Reforma, y con París y sus Campos Elíseos. La avenida iría del Parque Agua Azul a la Alameda; en el punto equidistante entre estos dos lugares se instalaría el monumento a la Independencia y la avenida se llamaría Porfirio Díaz”. (En el Valle, la construcción de Guadalajara en el Siglo XX, CNIC, 1990).

Con esa pretensión, de competir con Reforma y con Champs Elysées, y con el nombre de Porfirio Díaz, nació hace 100 años la Calzada Independencia. El nombre le duró muy poco (cayendo don Porfirio y cambiando de nomenclatura), y la gracia de gran paseo también. La Calzada nació de lo que hoy se considera un error urbanístico: haber entubado el Río San Juan de Dios, pero que entonces se concibió como una gran obra de ingeniería. La obra de entubamiento costó 358 mil pesos de aquel entonces, honorarios incluidos (aproximadamente 22 millones de pesos actuales por un colector de 2.5 kilómetros). Y como los burros, nació bonita y graciosa y con el tiempo se fue haciendo grande, gris y fea.

Hoy la Calzada, además de haber perdido su señorío, es la síntesis de 100 años de errores urbanísticos. Esto es, en Guadalajara hemos hecho cosas buenas, malas, excelentes y pésimas. A la Calzada le tocaron muchas de las últimas y pocas de las primeras. Le cayó el chahuistle del “avenidismo” e hicimos de lo que era un paseo, una avenida; le quitamos los camellones para hacer más carriles para más autos; se le quitaron las jacarandas y tabachines para ponerle unos alamillos que resultaron (nada tontos) intolerantes a la contaminación; la frontera física del río la convertimos en frontera moral (de la Calzada para allá y de la Calzada para acá).

Salvo el Macrobús, que le quitó cientos de camiones pero no le dio brillo, nada bueno le pasó en 100 años a la que naciera como Paseo Porfirio Díaz.

La Calzada Independencia ha sido y es una síntesis del estado de ánimo de Guadalajara. Los tapatíos seguiremos en deuda con la ciudad mientras no le hagamos una especie de cirugía plástica en esa cicatriz con la que nació Guadalajara, pero que con los años la hemos ido haciendo más fea y más visible.

Mientras no exista un inversión del peso de la de hace 100 años, pero sobre todo, un política cultural de integración, la Calzada Independencia seguirá siendo el gran déficit del Bicentenario.

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