El efecto Bebeto

Si hay un político carismático en Jalisco ése es Alberto Cárdenas. Bebeto, como lo bautizó Falcón por su inocencia casi infantil,  pone a temblar a los de su partido y a los de enfrente cada vez que se le ocurre levantar la mano y decir que quiere ser candidato a lo que sea. La última vez que compitió en una elección, por el Senado en 2006, Alberto obtuvo más votos que Calderón y Emilio González Márquez, candidatos entonces a la Presidencia de la República y a la gubernatura. La diferencia con sus compañeros de partido fue nada más de 20 mil votos.

Con su estilo ranchero cada vez más refinado (que quede claro, lo refinado es el estilo ranchero, no el personaje) Alberto conecta con los jalisciense como ningún otro político lo ha hecho en los últimos 20 años. No es el estadista de gran visión, no es el político que trabaja las bases, no es el grillo que controla espacios, no el de gran elocuencia en sus discursos, su fuerza es fundamentalmente el carisma, su capacidad de conectar con la gente. Algo muy escaso en la clase política actual.

Cada tres años, Alberto se encarga de que alguien en su equipo suelte el rumor de que pretende ser candidato a algo, lo cual ya trae nerviosos a panistas y priistas por igual. Bebeto mandó el mensaje de que quiere ser candidato a la Presidencia Municipal de Guadalajara, y de inmediato unos y otros se pusieron a medirlo. El resultado preocupó a más de uno: si Alberto Cárdenas es candidato a presidente municipal de Guadalajara no sólo podría ganar el municipio, sino que la elección para gobernador que parecía pan comido (literal) para el PRI, se cierra.

A los priistas que ya sienten la gubernatura en la bolsa y a los panistas que ya se estaban repartiendo las fichas, no les cayó nada bien la noticia. No está claro si efectivamente Alberto Cárdenas quiera ser candidato a la Presidencia Municipal. Después de ser gobernador, director de Conafor, secretario de Medio Ambiente, secretario de Agricultura y senador, la candidatura a Guadalajara sería para muchos, un retroceso. Pero, por un lado Cárdenas tampoco tiene más opción para seguir en su carrera política (en la vida presupuestal) y por otro, que el PAN tenga alguna esperanza de mantener el Gobierno del Estado pasa por la participación de su cuadro más carismático.

Entre que son peras o manzanas, vamos a ver cada vez más seguido a Cárdenas placearse por Guadalajara, dejándose ver en restaurantes grillos, eventos donde haya prensa, y jugar ese juego que tanto les gusta a los políticos: dejarse querer, hacer como que son los otros los que quieren que él sea y no él quien se muere de ganas de seguir en el pandero.

El poder es una droga, una adicción de la que nadie se quiere curar.