Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por: Juan Palomar Verea

El de Atemajac: ¿canal o arroyo?

LA CIUDAD Y LOS DÍAS 10 DE JULIO 2009

Por: EL INFORMADOR

En las últimas semanas ha sido motivo de atención y de cobertura informativa lo que se ha venido denominando el "canal" de Atemajac o de los Colomos. La añeja problemática hidrológica de la zona continúa, cada temporal de aguas, generando diversos efectos. Es una situación compleja a la que sin duda es indispensable seguir atendiendo con el mayor cuidado.

Lo que también es indispensable subrayar, y necesario procurar hacer conciencia en la comunidad, es la naturaleza del cuerpo de agua que nos ocupa. Se trata de un arroyo natural, desde siempre conocido como Atemajac, y es uno de los últimos cauces que corren a cielo abierto en el Valle de Atemajac, por lo menos en su trayectoria principal. Esta ha sufrido ciertas modificaciones y desvíos menores; sin embargo, conserva en lo esencial su estructura como elemento central de su correspondiente cuenca.

La experiencia histórica ha demostrado todas las ventajas que conlleva la conservación de los cauces naturales en los territorios urbanos. Un sinnúmero de ciudades tienen en ríos y arroyos -y aún en lagos- muy valiosos elementos para la conservación del funcionamiento hidráulico y del equilibrio ecológico, para la constitución de corredores recreativos, de movilidad y de distintas actividades urbanas. Un río o arroyo bien aprovechado y regulado permite el florecimiento en sus márgenes de múltiples ventajas para la población, para las funciones habitacionales, comerciales, turísticas, etc.

Desgraciadamente, la costumbre tapatía ha sido, desde fines del siglo XIX, considerar a ríos y arroyos como albañales a los que es preciso embovedar o convertir en meros "canales" de desecho de aguas. La consideración del mapa hidrológico de la región metropolitana es elocuente. El antecedente más claro y contundente, de todos conocido, es el embovedamieto (así se le denominó a la obra en su época) del río de San Juan de Dios, marca definitiva del nacimiento de la ciudad. La inercia histórica de tal medida ha influido poderosamente en una infinidad de acciones posteriores en el campo hidrológico de la zona metropolitana.

Se trata, sin duda, de errores históricos a los que hay que sopesar dentro de las circunstancias y visiones de sus respectivas épocas. Sin embargo, es necesario aprender del pasado, establecer nuevas visiones que rescaten y aprovechen las posibilidades existentes. El arroyo de Atemajac es rescatable, y aprovechable, en todo el trayecto que va desde Los Colomos hasta su descarga en la Barranca de Oblatos. Por supuesto que hay que comenzar por hacer lo necesario para sanear sus aguas, por medio de plantas de tratamiento adecuadas, construcción o corrección de colectores de aguas negras, y otras medidas. Es preciso fomentar a lo largo de este trazo natural un corredor verde y seguro que mejore las condiciones ambientales de todas las demarcaciones que atraviesa.

De esta manera, el corredor natural y ecológico del arroyo de Atemajac podría convertirse en uno de los elementos estructurantes para lograr un tejido urbano con mayor calidad de vida, dentro de una visión renovada y sustentable de la ciudad. Este sería el primer paso para consolidar una red de espacios verdes y abiertos que facilitaran la recreación, la convivencia y la movilidad no motorizada. Pero hay que empezar por entender, y asumir, que un arroyo es muy distinto de un "canal".


jpalomar@informador.com.mx

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