Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

El crimen viste de azul

Son pocos, muy pocos, los que después de ser asaltados por la Policía tienen el valor de ir a denunciar el robo a la Policía

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah  /

Diego Petersen Farah /

Jorge, Zul, de la Cueva fue valiente y tuvo suerte. A Jorge lo pararon dos policías a la salida de un bar y lo extorsionaron. A los policías les gustó el teléfono de Zul, o más bien se llevaron el I Phone porque ya no traía lana. Ahí empezó la cadena que permitió una denuncia eficiente. Si Jorge hubiera traído efectivo, le hubiera quitado dinero; si no le hubieran quitado el teléfono probablemente él mismo se habría abstenido de denunciar, pues se vuelve muy complicado demostrar la extorsión y la propiedad de un billete; pero sobre todo, si los policías no se hubieran llevado el teléfono jamás habrían cometido la tontería de sacarse una foto y subirla, sin querer, a las redes sociales de Jorge. La mayoría de los ciudadanos no denuncia este tipo de delitos. Son pocos, muy pocos, los que después de ser asaltados por la Policía tienen el valor de ir a denunciar el robo a la Policía. La sensación de impotencia e indefensión es enorme. Son muy pocos, prácticamente nadie, los que tienen la suerte de que el policía se autodelate en las redes sociales. El caso de De la Cueva es, pues, a la vez muy común y único.

Todos los días la Policía extorsiona a jóvenes en esta ciudad. En las colonias bravas los más bravos son los policías. En muchos casos son ellos el primer eslabón de la cadena de violencia. Les roban la quincena, les bajan la grabadora, la navaja y, a veces, hasta a la novia. Los jóvenes jamás denuncian, sólo lo comentan. Tienen muy claro que la autoridad no es autoridad, que el respeto a la ley es un choro, que ellos son a la vez delincuentes y víctimas de la delincuencia. Que la diferencia entre estar de un lado o de otro es un asunto de poder. Para los chavos de las colonias, la Policía es la pandilla más grande, la más perra, pero no es ni el referente de legalidad ni el que los va a proteger, ni el que vela por sus derechos.

El problema de seguridad no es mono causal ni lineal. Es un asunto complejo y sobre el que influyen muchas cosas. La cascada comienza con el sistema de impunidad, por la falta de un poder judicial confiable y una procuración de justicia eficiente. Tiene que ver con problemas de espacio público y de educación. Es un asunto de falta de oportunidades de trabajo y de ocio para los jóvenes, y súmele lo que quiera, pero es también en gran medida un asunto de policías corruptos. Un policía que extorsiona daña dos veces, pues al mismo tiempo que comete un delito, robo, extorsión o violación, mina la confianza de la sociedad.

El caso De la Cueva es uno entre muchos, y quizá sea de las extorsiones pequeñas entre las que suceden todos los días en las calles de esta ciudad. Su importancia radica en lo mediático y en la evidencia aportada, gracias por la torpeza del propio policía. Si con todos estos elementos Asuntos Internos de la Policía de Guadalajara no actúa de manera clara y contundente, mandará un pésimo mensaje a los ciudadanos: el crimen también viste de azul.

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