Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | PALESTRA 20 POR JORGE O. NAVARRO

El SIAPA de Ocampo

Apenas ha podido ser diputado, pero logró, a la llegada de Emilio González Márquez al poder, un envidiable cargo: director del SIAPA

Por: EL INFORMADOR

Allá por 1995, una nueva clase política brotaba de las más inesperadas fuentes para cobijarse bajo las siglas de Acción Nacional y ocupar los espacios de Gobierno. Tímidamente, como en un acto de inauguración que se prolongó por meses y aún por años, Alberto Cárdenas y un bisoño grupo a su alrededor, se dio a la tarea de sustituir a los priistas que todavía no hallaban la manera de entender que los esquemas de ejercicio del poder público empezaban a funcionar sin ellos. No es nada fácil desmantelar siete décadas de un sistema que parecía inamovible.

Han pasado 15 años. “Con honradez se hace más”, aquel eslogan que anunció la administración del primer gobernador panista, Alberto Cárdenas Jiménez, suena hoy a burla en los oídos de una ciudadanía que, atónita, perdió los adjetivos para un grupo de personajes públicos que sin medida ni freno meten las manos en las arcas públicas para enriquecerse y financiar las redes de personas que sustentan lo que han dado en llamar “su carrera”.

Un miembro de esta nueva clase política es, indudablemente, el ex director del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), Rodolfo Guadalupe Ocampo Velázquez. Este joven panista ha estado rodeado por la controversia desde que descolló entre los nuevos llegados al poder.

Su origen está en la Universidad de Guadalajara. Su cercanía a la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) —el órgano de control estudiantil que se creó bajo el amparo de Raúl Padilla López para desplazar a su similar, la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG)— le granjeó no pocas disputas con otros militantes panistas y futuros dirigentes del partido, como Eduardo Rosales Castellanos.

Ocampo Velázquez, sin embargo, jugó con habilidad su capital político. Rodeado de colaboradores, abrió las puertas a los primeros grupos de panistas dentro de la Universidad de Guadalajara; aprovechó atinadamente los estrechos márgenes de maniobra que le daban en el PAN y entendió como pocos que el éxito en el partido dependía de cultivar a los futuros militantes panistas. Y en esto trabajó.

Llevó gente al partido, los afilió —como hicieron en su momento Jorge Salinas, Alfredo Argüelles, Felipe Pulido, Gustavo González y el mismo Rosales (todos ellos diputados, regidores o funcionarios públicos en ejercicio o a la espera de otra elección)— y con esos votos negoció y acrecentó su poder dentro del PAN, un PAN que no era el sempiterno partido de la oposición y el sacrificio, no. Un PAN que gobernaba y manejaba multimillonarios presupuestos.

Ocampo ha sido poco afortunado en las urnas, pero sagaz en las negociaciones internas. Apenas ha podido ser diputado, pero logró, a la llegada de Emilio González Márquez al poder, un envidiable cargo: director del SIAPA, uno de los organismos sin los que esta ciudad no puede entenderse. A tres años de ocupar el puesto para el que no tenía preparación ni antecedentes, lo dejó porque era políticamente insostenible. Pero antes dilapidó los recursos de un SIAPA que desfallece entre sus gigantescos retos y su evidente desorden administrativo.

Hoy lo responsabilizan por 118 millones de pesos, por obras no completadas y contratos no cumplidos.

Ocampo, uno en la nueva clase política.

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