Eduardo Rosales Castellanos, presidente del PAN Jalisco

GUADALAJARA, JALISCO.- Mañana, 111 consejeros elegirán al nuevo presidente del Partido Acción Nacional (PAN) Jalisco, en las instalaciones del Comité Directivo Estatal. El aún presidente Eduardo Rosales Castellanos, habla para este diario sobre los pormenores de su gestión al frente del partido. Entre otras cosas, adjudica la derrota electoral del 2009 a que los gobiernos panistas se alejaron de la ciudadanía y descuidaron los proyectos a largo plazo.

—¿Cuál es el balance al frente del PAN Jalisco

—Los balances personales, nunca serán objetivos por obvias razones. El balance lo tendrá que hacer la gente para la que trabajé, los militantes del partido, los usuarios indirectos que son los ciudadanos y los actores políticos. Me siento orgulloso por trabajar con algunas personas y en otros casos quizá no supe aglutinar voluntades como hubiera querido.

—¿Qué pendientes quedan para el próximo presidente del partido?

—Primero, hacer del Instituto Efraín González Luna un centro de políticas públicas y de reflexión. El proyecto quedó trunco. Hubo muchos esfuerzos de la entonces secretaria general, Pilar Pérez Chavira, pero por muchos factores y porque nos ganaron los tiempos electorales, la atención institucional se desvió a cosas urgentes y no tanto a las importantes.

También convertir en indicadores el modelo de gestión municipal. Aterrizamos algunas mediciones sobre las características de cómo gobernar un ayuntamiento panista, pero no logramos consensar con los municipios.

Quedó pendiente el modelo de capacitación: tuvimos más de 500 egresados de los cursos del nuevo modelo de formación básica; no logramos convertir en realidad la idea de generar especialidades dentro del partido en conjunto con instituciones educativas.

—Como presidente del PAN durante dos elecciones, ¿cuál es el balance electoral?

—Electoralmente 2006 fue un gran año, pero la atención que pusimos en los resultados nos hizo descuidar asuntos de largo plazo.

Me siento contento con los resultados electorales del 2006 y algunos resultados del 2009: el triunfo al interior del Estado, con excepción del Distrito 2 en Los Altos Norte. Me da orgullo.
De la misma forma, me preocupan y entristecen los resultados de la zona metropolitana, en Lagos, Tepatitlán, Arandas, Puerto Vallarta y Ciudad Guzmán; pero el partido está para más que un suceso electoral.

Las tentaciones y los vicios del poder se apoderaron de muchos de nuestros militantes. El partido dejó de escuchar a los ciudadanos, caímos en una soberbia que se adquiere en el poder cuando no se está tocando tierra.

—¿El PAN comenzó a tomar decisiones sólo para no perder el poder?

—En Lagos de Moreno o en Tepatitlán había una gran cantidad de obra pública, más que en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG). Hubo buenos gobiernos y perdimos; otros gobiernos no fueron tan exitosos. Esto demuestra que las causas son más de largo plazo y también factores por encima de lo municipal, me refiero a acciones del Gobierno del Estado, pero no como único factor.

Nuestros estudios nos dicen que las acciones del gobernador no están bien valoradas en la ZMG, pero sí están bien valoradas en el interior del Estado.

—¿Son cuestiones multifactoriales las que los llevaron a perder la zona metropolitana?

—Sí, pero los factores más importantes son la crisis económica nacional y el largo tiempo de estancia en el poder, que nos desvinculó de muchos sectores ciudadanos.

—¿La historia se está repitiendo? El PRI estuvo muchos años en el poder; el PAN tenía muchos años como gobierno en algunos municipios y ahora pierden.

—En 2003 perdimos Zapopan y entonces el partido cometió el grave error de no hacer un fuerte ejercicio de autocrítica. Se debieron atender las causas de una victoria tan cerrada como la que se tuvo en Guadalajara en 2003, de Emilio (González) contra (Jorge) Arana. Me parece que las causas son más allá de tal o cual acción del gobernador o del presidente municipal en turno.

Tenemos otros ejemplos en Santa María de los Ángeles: hemos ganado ocho veces, es el segundo municipio después de Guanajuato en el país con mayor permanencia de gobiernos del PAN.

Pero en Jalostotitlán, después de cinco gobiernos consecutivos, perdimos. Si bien puede haber casos especiales en cada municipio, a mi juicio una larga permanencia en el poder ocasionó que nos confiáramos y que nos alejáramos del ciudadano.

—¿Cómo afecto la disputa interna para que el PAN esté sumido en la situación que actualmente se encuentra?

—Seguramente no ayuda ningún pleito público, pero está la duda de qué debió de haber hecho el partido ante el donativo del Santuario de los Mártires. Me cuestiono si no debimos tener una postura más frontal y atender las causas ciudadanas; otras fueron disputas estériles que se hubieran arreglado platicando.

Seguramente muchas de esas omisiones fueron responsabilidad mía, pero no creo que fue el factor principal de la derrota, hay otros factores de fondo.

—¿Las diferencias entre los dos grupos que se ubican al interior del PAN (los llamados emilistas y los paquistas) son irreconciliables?

—El PAN es mucho más que una naranja partida en dos, hay un partido con 22 mil miembros activos. Es tiempo de diálogo y de precisión ideológica.

Estoy a punto de dejar el PAN, necesitamos entender que la unidad es un medio, no un fin. Debemos replantear la postura de quienes conciben la actividad política como una cruzada religiosa, no creo que su lugar sea el PAN, porque es un partido liberal tolerante; no pretendemos ser los representantes de toda la sociedad ni ser dueños de la verdad absoluta.

Necesitamos unidad, pero alrededor de principios que lleven a discusiones sobre cuáles son las posturas del partido. Unidad no debe significar que todo se arregle por debajo de la mesa.
Históricamente en el PAN las diferencias se arreglan con asambleas y a través de convenciones, de elecciones democráticas.

Otros partidos políticos con los que tenemos alguna relación, como el Partido Popular (PP) de España, está acostumbrado a decisiones cupulares. Allá ellos, pero hay quienes creen que ése es el mecanismo de unidad en el PAN: que cuatro o cinco líderes se arreglen en una mesa.

Las diferencias en un partido de 22 mil militantes son naturales, el problema es cuando perjudican al ciudadano. Si por cuestiones internas se quedan a la mitad las banquetas de la Avenida Vallarta, es grave e irresponsable.

—¿Te arrepientes de algo?

—Quizá en algunos asuntos públicos debimos haber jugado más del lado de la sociedad y menos del lado de la concordia institucional. La intención del gobernador de realizar un reemplacamiento es el único tema en el que nos desligamos en el momento oportuno. Estuve enterado y apoyamos en su momento al gobernador, pero cuando hubo una reacción social y no hubo explicación a dónde se iba el dinero, fue preferible dar marcha atrás.

En el caso del donativo del Santuario de los Mártires, que en su momento externé mis diferencias claras sobre que el dinero público se destinara en beneficio a una religión, lo sigo creyendo y me arrepiento de no haberlo dicho públicamente.

Me arrepiento de haberme ocupado demasiado tiempo en resolver asuntos del partido internos de corto plazo y no en los externos de largo plazo como en la generación de políticas públicas. Duré más tiempo platicando con precandidatos en el 2006 y 2009 para que se quedaran contentos y pensé menos en lo que la gente necesitaba.

—¿Qué elecciones esperamos para el sábado?

—Unas elecciones tranquilas, hablé por separado con Hernán (Cortés) y con Héctor (Pérez Plazola). Los veo confiados con los procedimientos de la institución y espero mucha responsabilidad de parte de ellos. No sé si algunos de sus seguidores estén pensando también en la Institución, pero los veo con toda la responsabilidad que se requiere para sacar el proceso en buenos términos.