Viernes, 29 de Noviembre 2024
Jalisco | CUESTIÓN DE ENFOQUE

Duro de cambiar

Puede más la costumbre que el amor, afirma el popular Juan Gabriel en una de sus canciones...

Por: EL INFORMADOR

Si algo genera resistencia al cambio son las prácticas domésticas que, heredadas o adquiridas mucho tiempo atrás, vuelven impensable la posibilidad de modificarlas. Tal es el caso de la utilización del gas natural en casa, que llega como novedad a algunas colonias de la mancha urbana.  Entre quienes están dispuestos a renovar sus sistemas y quienes desconfían de una práctica que hasta hoy les es ajena o no tienen referencias positivas de su desempeño en otras ciudades, los comentarios revelan diversas percepciones

Puede más la costumbre que el amor, afirma el popular Juan Gabriel en una de sus canciones. Y pesa más la usanza tradicional o el temor a lo desconocido en la mente de muchos vecinos que recientemente han venido atestiguando la perforación de sus calles, para que por ellas pase el ducto que llevará hasta las puertas de su hogar el llamado gas natural, pero no se animan a romper el paradigma doméstico sobre el combustible con el que se han familiarizado, desde que tienen uso de razón.

Otros, aunque menos aprensivos y conservadores, se debaten entre la conveniencia de mudar de proveedor y experimentar con la nueva opción y unos más rechazan de tajo la idea, bajo la consigna de mejor malo conocido que bueno por conocer, o porque han recibido comentarios adversos de algunos parientes que lo han experimentado en otras plazas de la república mexicana, en donde el gas natural (cuya mayor proporción es transportada también por Pemex, a través de su sistema nacional de gasoductos) ha venido siendo provisto por diversas empresas, nacionales y extranjeras, desde hace algunos años. Aunque, hasta ahora, podría decirse que el gas natural ha tenido una baja penetración en el uso residencial, su uso industrial ha ido en aumento.

Pero todos han recibido ya la visita de los promotores de la empresa que detenta la concesión local, para recibir información sobre costos de instalación y consumo, así como despejar las muchas dudas que aún tienen respecto a la eficiencia y seguridad de un producto del que no tenían precisas referencias previas.  En una entrevista concedida en julio del presente año para Radio Trece, Agustín Humann Adame,  presidente ejecutivo de la Asociación Mexicana de Gas Natural (AMGN), reportó que en todo el país hay más de dos millones de tomas de gas natural para uso residencial, de las cuales 680 mil están ubicadas en la Ciudad de México.

“Originado principalmente a partir de materia orgánica acumulada en el subsuelo, que puede encontrarse tanto en los pozos petroleros como en yacimientos donde existe solamente gas natural, su principal componente es el metano”, especifica la página de la empresa que, de unos meses a la fecha ha mantenido una presencia mediática constante, para promover este recurso energético. Según se hace constar en el citado sitio, así como en la publicidad que sus promotores han puesto a circular en las zonas donde se ha instalado ya la infraestructura para que lo conduzca, el gas natural (también conocido, según la Comisión Nacional para el Ahorro de Energía, CONAE, como "gas de pantano", por el mal olor del metano) es más seguro, económico y ecológico que el tradicional LP (licuado de petróleo, mezcla de propano y butano) y representa menor riesgo, ya que no es necesario almacenarlo en cilindros o tanques estacionarios que deben ser resurtidos periódicamente. Pero, al igual que el gas LP, y a diferencia de otras fuentes, como la solar y la eólica, el gas natural no es un recurso de energía renovable.

Revuelo en el vecindario

Cuando un buen día vio aparecer una cuadrilla de activos trabajadores que horadaban el concreto del arroyo a gran velocidad, con el consecuente movimiento y ruido, María Gracia Soltero fue la primera en salir a investigar lo que estaba ocurriendo en su entorno.

Asentada en el barrio por más de 20 años, es conocida entre sus vecinos por su curiosidad para investigar lo que pasa a su alrededor y la eficiencia con que distribuye verbalmente los sucesos del rumbo. Por ella fue que, al menos quienes habitan en su cuadra, se enteraron que se estaba introduciendo una red subterránea para el suministro de gas natural en la zona y comenzaron, tanto a considerar su contratación, como a esparcir temores y rumores sobre latentes riesgos, a comentar experiencias desafortunadas de parientes con este método en otras plazas de la república, o a asegurar que prefieren seguir utilizando lo que ya conocen, antes que experimentar con una nueva opción en materia de combustibles.

La propia señora Soltero comparte sus intenciones: “Mi esposo decidió que haremos la contratación con la nueva compañía, a partir de que el agente que nos visitó nos explicó que ahorraremos en el gasto de gas alrededor de un 20 por ciento. Vamos a cubrir la instalación que cuesta 3,600 pesos, en algo así como 48 meses, junto con el pago mensual por el consumo, pero lo que acabó convenciéndonos de hacerlo es que los de la compañía que actualmente nos surten el gas nos avisaron que, a menos que cambiemos el tanque estacionario, es la última vez que nos lo llenan, porque ya está muy viejo y es inseguro. Dicen que un tanque expuesto a la intemperie debe cambiarse a los diez años, y éste ya lleva más de 20 y dos o tres reparaciones de válvulas y tubos.
Comprar un estacionario nuevo nos cuesta alrededor de tres mil pesos, más la instalación, y no nos lo dan en abonos, así que pensamos que de una vez sería mejor liberar un espacio en la azotea y calar el nuevo servicio, a ver si no nos arrepentimos”, concluye.

Arcelia López, su vecina contigua, se ha unido al entusiasmo de quien afectuosamente llama “su comadre” y expresa. “Como tenemos planes a corto plazo de echar un segundo piso a la casa y ampliar el comedor hacia el patio de servicio, de todos modos teníamos qué hacer una nueva instalación para quitar los cilindros de 30 kilos que muy seguido nos surtían incompletos. Así que nos conviene aprovechar esta nueva opción para cambiar de una vez todo y no tener qué comprar un tanque estacionario. Me gusta la idea de que este gas, como dicen, sea menos contaminante y salga más barato, habrá qué verlo pero, por lo pronto, es un combustible que no pagas por adelantado ni corres el riesgo de tenerlo almacenado”.

A Encarnación Ramírez, a quien también sorprendió el “escarbadero” que de un día para otro comenzaron a hacer afuera de su casa, también le seduce la idea de cambiar de proveedor. “Si tiene tantas ventajas como dicen, no veo por qué no ahorrarme unos pesos, contaminar menos y no correr riesgos con las fugas. Según me explicó uno de los ingenieros que andan supervisando la obra, el gas natural es más liviano que el LP, por lo que se dispersa más rápidamente y representa menos peligro, en caso de una fuga. Sólo tengo que esperar a que mi tanque actual se vacíe, para que hagan una prueba con la tubería que ya está instalada y, si no tiene problemas, por ahí mismo mandan el nuevo gas y luego calibran las entradas de mi estufa, calentador y secadora, para adaptarlas a la densidad que éste tiene”.

Así estoy bien, gracias

“No me late hacer un cambio que, si luego no estoy conforme, me habrá hecho gastar en modificaciones que no tengo necesidad de hacer, porque hasta ahora no tengo queja del servicio que he recibido con el gas LP. Como andan en promoción, los del gas natural le pintan a uno todo muy bonito, muy barato, muy conveniente y sano para el medio ambiente, pero una vez echado a andar, sabrá Dios”, comenta Laura Elena Vizcarra, para quien el servicio con que cuenta actualmente le parece inmejorable. “¿Para qué cambiar, si hasta ahora no he tenido problemas? Porque no podemos más que reconocer que si existe un servicio realmente eficiente en nuestra ciudad es el que proporciona el gas tradicional, que te lo surte en cuanto lo contratas o lo pides, aunque sea en la noche de un domingo o día de fiesta. Si llegara el día en que forzosamente lo tuviera que cambiar, porque fuera el único que existiera, pues no me quedaría de otra pero, hasta donde entiendo, el gas natural también lo sacan de pozos petroleros y no es un recurso renovable. Mejor sería que hicieran esas inversiones en promover infraestructura para aprovechar la energía solar, porque ésa nos duraría hasta que el Sol se apagara, y si esto sucediera, pues ya no necesitaríamos combustibles. Pero el gas, ¿Cómo para qué?”.

Olga Murillo se asume como una mujer desconfiada. Sabe que el gas recibido por ductos es de uso común en Estados Unidos, pero no tiene la certeza de que los colegas mexicanos se manejen con los estándares de control y calidad que, asegura como si entendiera del asunto o tuviera las estadísticas puntuales al respecto, funcionan en la Unión Americana. Junto con un centenar de vecinos, se reunió tiempo atrás para tratar de impedir la construcción de una gasolinera en su zona residencial pero, reconoce con tristeza, “nuestra opinión no cuenta, aunque advirtamos del peligro que corremos con una instalación malhecha, ya ve lo que ha sucedido con los colectores y los pasos a desnivel”. Murillo esparció sus prevenciones cuando las cuadrillas de trabajadores empezaron a taladrar el pavimento en algunas calles aledañas a su residencia, pero dice haberse topado con la indiferencia de la mayoría para externar su inconformidad ante las autoridades. “Es que todos saben de antemano que es tiempo perdido, porque la opinión de los ciudadanos es lo que menos cuenta, sobre todo cuando hay intereses millonarios de por medio. Si no estuve de acuerdo con su instalación, mucho menos voy a seguirles el juego encogiéndome de hombros y contratando sus servicios. Así estoy bien, gracias”.

“A lo mejor el gas natural es más limpio que el otro, pero no podríamos decir lo mismo de quienes lo administran, por lo menos en Laredo, de donde llegué a vivir aquí, hace apenas un año. Allá, una compañía española se hacía cargo de manejar el suministro y todo eran puros problemas, desde que comenzaron a perforar las calles y dejaron un montón de parches, grietas o pilas de tierra que nadie se hizo cargo de componer después. De vez en cuando te llegaban cargos por medición del consumo o mantenimiento de los ductos y hubo veces en que me lo llegaron a cortar por falta de pago, cuando aún no llegaba el vencimiento, y luego me cobraban reconexión. Lo peor era tener que tratar con empleados impacientes que atendían las reclamaciones de muy mal modo y sin disculparse con el cliente, aunque éste tuviera razón, sobre su deficiente servicio. La de aquí es otra compañía de la que no podría hablar, ni bien ni mal, porque no la conozco ni tengo referencias sobre su funcionamiento. Sólo deseo que quienes se decidan a cambiar, obtengan el beneficio que estiman, pero yo mejor me quedo con lo que tengo”.

Investigación y textos: Patricia del Castillo

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