Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Cita en la ciudad

De sumatorias y banalidades

Por Alfredo Hidalgo Rasmussen

Por: EL INFORMADOR

La ciudad es más el resultado de sumar que de restar, lo cual implica no sólo un necesario ejercicio de la tolerancia y de la inclusión, sino también una búsqueda para lograr identificaciones en el universo de las diferencias. Sumar por ejemplo, calles, plazas, en el fondo puntos de encuentro; nos refiere a la naturaleza colectiva de la ciudad. Hablar de itinerarios más que de espacios nos lleva a entender su condición dinámica.

Estos espacios con itinerarios, se convierten en lugares, de ellos y en ellos se habla en la ciudad. Cuando se logran sumar más acciones adecuadas en el territorio, se tienen mejores metrópolis.

Esta suma, alimentada por las diferencias, se topa con el forzado ejercicio inmobiliario de la estandarización; una voluntad velada o inducida nos ofrece recetas que fuerzan a una forma de vivir, la forma como modo y la forma como imagen. Las particularidades que daban sentido a la ciudad se van perdiendo y se introducen nuevas generalidades.

Uno de los principales motores que ha inducido la pérdida de caracteres urbanos propios es la tendencia a (des)orientar las ciudades en función de una economía de servicios; esto trae consigo el pretexto de actuar a partir de patrones establecidos de manera global, lo que da origen a una homogeneización del paisaje urbano.

 La reconocida socióloga Saaskia Sassen menciona como posiblemente falsa la conclusión de que  “los paisajes visualmente similares surgen de la convergencia económica porque supuestamente todas las economías de servicios son más o menos iguales. En realidad, esos paisajes homogeneizados pueden ser función de la convergencia de las prácticas arquitectónicas y urbanísticas, más que el resultado de economías similares”.

La reflexión anterior implica una carga responsiva importante para quienes resultan ser los profesionales que van construyendo el rostro de la ciudad. La convergencia en las prácticas a las que se refiere Sassen, ya no son necesariamente la convención de los principios modernistas que han delineado proyectos urbanos y arquitectónicos desde hace más de medio siglo, sino que se refiere a esta actitud casi contemplativa de una profesión que ve pasar el tiempo como testigo mudo de la transformación de la ciudad, descansando en las reglas de mercado.

Hoy, el mercado va edificando un escenario urbano banal, producto de irreconocibles voluntades. Un paisaje tan ajeno como repetible y replicable, un producto y un fenómeno que el geógrafo catalán Francesc Muñoz denomina “urbanalización” (urbanismo banal), haciendo una clara referencia a la carencia de significado del escenario de lo construido.

La operación de la multiplicidad de diferencias que ocurren en el territorio es un asunto de forma y de fondo; la necesidad de entender a la ciudad como un sistema tiene implicaciones que deben ser revisadas desde los aspectos legales y normativos, instrumentando mecanismos que permitan establecer un emergente paisaje metropolitano.  Muñoz menciona: “urge  proponer un urbanismo urbano, y no urbanal, con fuerte vocación para liderar el proceso de urbanización desde la arquitectura”, añade que de lo contrario, la arquitectura –disciplina y producto–, corre el riesgo de convertirse en “prisionera del postmoderno romanticismo del lugar y amparada en la no menos indiscriminada aceptación de la deriva de cada lugar como algo dado, al margen, por tanto, de la labor del arquitecto, en una disciplina meramente notarial, dando fe o levantando acta de cómo transcurre el proceso de urbanalización pero sin pronunciarse ante el mismo”.

Podemos ser parte en la definición del paisaje metropolitano que queremos; evitemos banalidades, sumemos calidad, conocimiento y voluntad.

alfredo@infotectura.org

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