Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por: Juan Palomar Verea

De las ideas a las ocurrencias urbanas

LA CIUDAD Y LOS DÍAS 21 DE AGOSTO 2009

Por: EL INFORMADOR

Pensar la ciudad es una actividad compleja. Porque la ciudad es una intrincada suma, una delicada química de factores, intenciones, alternativas, decisiones. Pero pensarla es indispensable. De lo contrario lo que en un principio fue una creación al servicio el hombre y de la sociedad se vuelve contra él, ataca los fundamentos mismos de la convivencia.

Pensar la ciudad pasa por el largo, arduo conocimiento de lo que ha hecho que la urbe sea lo que es, pasa por el reconocimiento de sus aciertos, errores, carencias y, lo más importante, sus posibilidades. Nada sustituye a la experiencia cotidiana y directa, vital, de la ciudad. Pero junto con lo anterior, el proceso de pensar la ciudad exige la formulación de ideas. Ideas que en realidad lo sean: que mantengan una coherencia interna, que evolucionen a partir del rigor intelectual, el análisis, la honestidad moral. Nunca están las ideas a salvo del error: pero aspiran lealmente a la verdad, y pueden llegar a ella si quienes las impulsan tienen una actitud abierta y lúcida.

El pensamiento sobre la ciudad contemporánea debe aceptar la intemperie que significa el transitar por territorios aún no conocidos. Son las ideas las que logran trazar una ruta, establecer un mapa, proponer nuevos planes para edificar la realidad. Una intemperie que reconoce la ausencia de absolutos, de ortodoxias seguras, de concesiones al simplismo y la facilidad. Una idea que hace su camino requiere, de entrada, de un temple moral que permita la posibilidad, el descubrimiento, la novedad y el riesgo.

Nada más lejano al pensamiento urbano responsable y propositivo que las ocurrencias. De ellas están llenas, sin embargo, las ciudades. Las ocurrencias responden a estímulos primarios, a análisis que apenas pueden llevar ese nombre, a circunstancias que pueden atender a coyunturas políticas, a cálculos interesados, a “alternativas” que carecen de responsabilidad, peso específico, coherencia. Las ocurrencias velan la realidad, provocan la pérdida de la noción de comunidad, sustituyen con estrépito a la laboriosa tarea de pensar seriamente, de generar ideas útiles para la ciudad.

Las ocurrencias son fáciles: a menudo llaman la atención por su espectacular vacuidad. Al no estar ancladas en un referente intelectual verificable, pueden resultar, para algunos, atractivas por su aparente frescura. Pero, atrás de ellas, cuando se formulan en términos públicos, se oculta un talante autoritario, facilista y simplificador, reaccionario. La ciudad de los ocurrentes carece del elemental sentido de la responsabilidad que es indispensable en la polis.

El pensamiento urbano y sus ideas, en cambio, están regidos por la crítica, sujetos al escrutinio y la verificación. Necesitan de un doble principio: el de la lucidez que permita alumbrar nuevos caminos y el de la audacia que se atreva abrir nuevas brechas. Lejos de las ocurrencias, del cálculo, del interés. Buscando, a pesar de todo, y contra todas las resistencias de la inercia y la usura, una ciudad mejor para todos.

jpalomar@informador.com.mx

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