Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Jorge Octavio Navarro

Crónica: Un hecho histórico en la UdeG

La jornada de ayer, tan ansiosamente esperada para ver cómo enfrentaría y resolvería Briseño Torres el avisado choque con sus rivales mayoritarios en el Consejo General Universitario, se comenzó a escribir tempranito.

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- El muy mexicano afán por los sucesos memorables, atrapó ayer a la Universidad de Guadalajara y a la ciudad misma. Cada detalle, desde la llegada de estudiantes al edificio de la Rectoría cuando aún no amanecía, hasta la entrada de Marco Antonio Cortés Guardado, ya en calidad de rector sustituto, minutos después de las seis de la tarde, a la oficina --vacía ya de los efectos personales-- de Carlos Briseño Torres, el rector destituido, fue difundido, fotografiado, grabado y analizado velozmente.

En el Paraninfo Enrique Díaz de León, todavía el recinto de los “eventos serios” de la UdeG, se podían escuchar argumentos, algunos razonables, en pro y en contra de Carlos Briseño, su amparo ante la justicia para no ser destituido y sus grandilocuencias; favorables y denostativos sobre Raúl Padilla y sus obras... confusión en el recinto. Pero en lo que todos coincidieron, fue en que se estaba “viviendo un hecho histórico” en la Universidad.

Apenas a 19 años de la “regularización” de la vida universitaria con la llegada de Raúl Padilla a la rectoría (el sábado primero de abril de 1989), ya se extrañaban nuevos capítulos históricos en la máxima casa de estudios.

Y la jornada de ayer, tan ansiosamente esperada para ver cómo enfrentaría y resolvería Briseño Torres el avisado choque con sus rivales mayoritarios en el Consejo General Universitario, se comenzó a escribir tempranito.

Aún no daban los relojes las siete de la mañana cuando muchos estudiantes, simpatizantes todos del grupo que lidera César Iñiguez, el vicepresidente de la FEU y defensor de la causa briseñista, comenzaron a llegar a la Rectoría General. Contra la costumbre establecida, se les abrieron las puertas y les dieron acceso al recinto, donde a las 10:00, debía iniciar la sesión del Consejo General. Cualquier jalisciense que intente ingresar a la Rectoría antes del horario de oficina encontrará las puertas cerradas; pero curiosidades como ésta abundaron, como corresponde a los hechos extraordinarios que acontecieron después.

Enterados que estuvieron de los primeros visitantes, acudieron también a la Rectoría los estudiantes del grupo políticamente opuesto, el que encabeza César Barba Delgadillo, “el Chicho”, presidente de la FEU y firme acusador del rector Briseño (ex rector en las horas siguientes, aunque no todavía para los estrategas de la defensa judicial).

Preparado el escenario en el Paraninfo y prácticamente invadida la acera principal del edificio, comenzaron a llegar los consejeros, que se formaron en fila para aguardar su entrada.

Pasaba de las 10:00 cuando finalmente arribó el protagonista. Briseño hizo lo más parecido a una entrada triunfal y respondió con sus habituales gesticulaciones a los vítores y aplusos del estudiantado que se había aglutinado en la parte alta del Paraninfo para proteger su causa.

Las formalidades comenzaron por fin, casi una hora después de lo agendado, con la declaración de quórum ante la asistencia de 171 de los 176 miembros del Consejo. Pero la normalidad, si la hubo, acabó casi de inmediato. Los miembros del “máximo órgano universitario” se enfrascaron en una discusión sin salida: el orden del día, y esto condujo al poco rato al conflicto y el colofón ya conocido.

Briseño alcanzó todavía a ejercer actos apoyados en su cuestionada autoridad, cuando hizo oficial el nombramiento de Javier Hurtado González como rector del Centro Universitario del Sur --después, Patricia Retamoza, dirigente de los trabajadores académicos, puso en tela de juicio el nombramiento porque no estaba en el orden del día y también porque no se sometió a la consideración de los consejeros--.

La galería de estudiantes, en tanto, armaba follón y gritería cuando tomaban la palabra los consejeros que no formaban filas en su causa.

Los alegatos tomaron alrededor de dos horas... Briseño Torres presentó el orden del día dejando fuera los dictámenes de los Consejos de Centro que trataban de disminuir al máximo sus atribuciones como rector. A cambio, puso a consideracion la aprobación del presupuesto ampliado. Su única concesión fue un turno, al final, para asuntos varios.

El rector Enrique Solórzano, del Centro Universitario de la Costa Sur, atacó primero. Pidió la inclusión de los dictámenes en que se proponía la descentralización de facultades de la Administración General, para darlas a los centros universitarios.

Los reclamos repetidos insistentemente para incluir los dictámenes ignorados por Briseño, condujeron a que el rector reiterara que se podrían tratar en el apartado de “asuntos varios”. Ya antes, el vicerrector Gabriel Torres se había negado tajantemente a modificar el orden de los asuntos; el ambiente se tensaba.

Sin otra salida que mantener su autoridad, Carlos Briseño decidió, poco antes de las dos de la tarde, finalizar la sesión y dejar el Paraninfo. Entonces sí, entraron en juego las fuerzas mayoritarias...

Alfredo Peña Ramos tomó la iniciativa y aseveró que como secretario general, a él le correspondía dar por terminada la sesión del Consejo General. Los consejeros afines a Briseño Torres también dejaron el Paraninfo, en un intento por reforzar su posición.

Más de 100 estudiantes --cuando menos decían serlo-- que habían estado fuera de la Rectoría, conociendo ya lo que se cocinaba dentro (la telefonía celular merece una mención especial en la nuevas formas de hacer política, aunque sea estudiantil), acabaron con la forzada apariencia de civilidad que habían mantenido y forzaron el acceso principal de la Rectoría. Entraron entonces entonando un estruendoso ¡Fuera Briseño! ¡Fuera Briseño! que movilizó también a los muchachos del briseñista César Iñiguez, ampliamente superados en número.

El nerviosismo flotaba en el aire.

Briseño salió a los pocos minutos, a la carrera y custodiado por varios hombres. Dejó la Rectoría por una puerta lateral y sin contestar a los periodistas. Alcanzó a anunciar que después los convocaría. Lo hizo más tarde, lejos de las instalaciones universitarias.

Pero en el Paraninfo se reescribieron los guiones y se concretó, finalmente, el “hecho histórico” que todos anhelaban presenciar.

Los rumores de pasillo que jamás pueden confirmarse pero que siempre merecen el mayor crédito, sostienen que las decisiones estaban pactadas desde un día antes... Un consejero, el rector del Centro Universitario de los Valles, Miguel Ángel Navarro, propuso que en ausencia de Briseño y para continuar con la sesión, asumiera como rector sustituto Marco Antonio Cortés Guardado, hasta ayer rector del influyente Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades; la moción se somete a votación secreta y se aprueba con 134 sufragios.

Y casi inmediatamente, un político de tablas como Roberto López González, tomó la palabra para “sugerir” la destitución de Briseño y el vicerrector Gabriel Torres Espinoza, quien por cierto, con menos suerte que su mentor, permanecía encerrado a piedra y lodo en sus oficinas, amparado en la protección física que le daban decenas de los estudiantes del grupo de César Iñiguez --horas después, él mismo dejó el edificio y anunció, como lo hizo Carlos Briseño, que presentará denuncias varias contra quienes lo amenazaron. Nombró particularmente al director de la Preparatoria Siete, Fernando González Sandoval--.

La tarea estaba casi completa.

Restaban pocos minutos para las tres de la tarde, cuando un tronante aplauso dio la bienvenida a Marco Antonio Cortés Guardado. Había sido electo rector sustituto, en lugar del ya destituido Briseño Torres.

A partir de ese momento, y habiendo pasado un receso de 20 minutos, se disipó notoriamente la tensión y el nuevo rector, posicionado bajo el mural de Orozco, encabezó la interrumpida sesión.

Personajes como Samuel Romero, Patricia Retamoza, Leobardo Alcala y Tonatiuh Bravo, cuestionados cada uno por separado, sostuvieron la legalidad de la nueva elección y de la sustitución. El primero de éstos, en lo que casi parecía un plagio (¿intencionado?) del discurso de Briseño, anunció: “Estamos ante el inicio de una nueva etapa de la Universidad”.

Para entonces, un grupo considerable de policías antimotines se plantó fuera del edificio de la Rectoría General. Los números oficiales reconocidos por la Secretaría estatal de Seguridad declaran que fueron 30 elementos. Sin embargo, dentro del edificio, otros agentes del Grupo Sigma, algunos incluso portando sobre su atuendo de civiles la pequeña insignia que los distingue, controlaban el acceso de personas y verificaban acreditaciones. “¡Es otro motivo que justifica la destitución de Briseño! ¡Es una prueba de la violación a la autonomía universitaria!”, aseguró Patricia Retamoza, y anunció que investigarán si hay intervención del Gobierno estatal en la Universidad.

Acabados ya los “episodios históricos”, el Consejo General retomó su labor burocrática. Casi a las 4:30 de la tarde, los 144 consejeros que aún permanecían en el recinto, aprobaron el Presupuesto ampliado de este año.

A sugerencia del regidor priista Leobardo Alcalá, avalaron también la publicación de un desplegado que contará los hechos de la sesión del día en periódicos locales y en uno, al menos, de circulación nacional.

La jornada estaba llegando a su fin. A las 5:30, Cortés Guardado se dirige a los estudiantes después de haber superado obstáculos como la falta de sonido --lo habían apagado por orden del jefe caído-- y los conatos de desorden y anuncia que los contrarios al destituido rector, incluyéndolo, habían “salvado” a la Universidad.

Media hora después, ahora en compañía de un notario, el nuevo rector sustituto pasó a ocupar la oficina de Briseño Torres...

No muy lejos de este escenario, otros sucesos tenían lugar. No eran las cuatro de la tarde todavía. Ante las puertas cerradas del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, el mismo del cual fue rector hasta ayer el mismo Cortés Guardado, numerosos estudiantes de Derecho se hallaban sorprendidos por la suspensión intempestiva de las clases.

Una chica, evidentemente ajena a la FEU, la FEG o cualquier organización estudiantil, con mochila al hombro y unos libros en la mano, casi cándida, preguntaba:

-- ¿Por qué no hay clases? ¿Por qué está cerrado?..

-- ¿No oíste de las broncas en el Consejo General? --, contestó un muchacho más enterado.

-- ¿Broncas? No. No sabía --, y rio para ocultar su desconocimiento.

Un vigilante, atrincherado dentro del centro universitario vacío, anunció: “Las clases se reanudarán hasta nuevo aviso. Cuando las cosas estén normales”.

Y así se completó el histórico suceso.

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones