Jueves, 28 de Noviembre 2024
Jalisco | Los costos van de tres mil a siete mil 500 pesos anuales

Condicionan venta de seguros para motos

Aunque los accidentes son frecuentes, las aseguradoras no muestran interés por este mercado en particular

Por: EL INFORMADOR

En este accidente (2009) falleció una familia; al parecer, no contaban con las medidas de seguridad para viajar en motocicleta. ARCHIVO  /

En este accidente (2009) falleció una familia; al parecer, no contaban con las medidas de seguridad para viajar en motocicleta. ARCHIVO /

GUADALAJARA, JALISCO (23/ABR/2011).- En México existen alrededor de 15 compañías que “se arriesgan” a asegurar motocicletas, y esto sólo si cumplen con la condición de tener otros negocios, es decir, más pólizas con la empresa.

Silvino Valdez Salazar es agente de seguros desde hace 10 años y asegura categórico que, si el propietario de la moto no tiene otro compromiso financiero con la compañía, simplemente no la asegura. La única alternativa es que consigan meterlas con alguna flotilla.

“Hay muchos clientes que quieren asegurar su moto, pero, debido a la siniestralidad que tienen, están cerrando la suscripción a esos vehículos. Solamente algún cliente que tenga motos, pero que tenga otros negocios, por decir de un millón de dólares, algo ‘choncho’ que les deje dinero a las compañías aseguradoras, entonces sí las aseguran. Debe haber mucha reciprocidad en pólizas vendidas”, reitera.

La falta de opciones de seguros para una persona “cualquiera” se debe a que las motocicletas, más que negocios, representan un gasto para las aseguradoras. Y es que si una motocicleta con costo promedio de 30 mil pesos —son las más comunes— tiene un accidente con un vehículo caro, como un Mercedes Benz, la compañía de seguros pagará 300 mil pesos; es decir, el pago es mucho mayor al costo de la motocicleta, “por eso no le entran”.

Aunque los accidentes con motociclistas son frecuentes, las aseguradoras no muestran interés por este mercado en particular. Por ello, es muy probable que los motociclistas que circulan por las calles no tengan seguro, a menos que se trate de repartidores o de trabajadores de una empresa grande que aseguran su parque vehicular o flotilla. “Pero, si ves a tu vecino en moto, seguramente no la tiene asegurada, porque no hay en el mercado quién le entre, a menos que, insisto, alguna empresa la pueda meter dentro de su flotilla”.

Costos

El precio de los seguros para motocicletas, al igual que ocurre en los vehículos, varían según la marca, el modelo y la versión. Para tener una referencia en los pagos necesarios para asegurar una moto, Silvino Valdez toma el caso de una unidad con costo de 25 mil a 30 mil pesos, que es una motocicleta con precio accesible y que cumple con las condiciones que requieren, por ejemplo, los repartidores. Los costos van de los tres mil pesos en ABBA o seis mil pesos en AXXA hasta los seis mil 500 o siete mil pesos en la empresa GNP. Las anteriores son las principales tres compañías.

“Hay otras más baratas pero que no le entran a las motos, esas tres sí, siempre y cuando el cliente tenga reciprocidad”.

Los seguros manejan tres tipos de cobertura: amplia, que cubre daños materiales, robo total, gastos médicos y responsabilidad civil de lo que el chofer pueda hacer a terceros; la segunda es la limitada, que incluye lo mismo que la amplia menos los daños materiales, y la tercera es de responsabilidad civil, que cubre esto y gastos médicos.

Para asegurar una motocicleta se deben cumplir las condiciones generales básicas, como tener placas, número de serie y de motor.

Enumeración de riesgos


Las aseguradoras no tienen información oficial de los riesgos a los que se enfrenta un motociclista; sin embargo, los mismos choferes de estas unidades identifican los peligros a los que se enfrentan a diario.

Aventones de los carros. En muchas ocasiones son intencionales, dicen los motociclistas, pues bloquean el paso de la motocicleta, sobre todo cuando circula entre dos carriles.

Baches. Las condiciones en las que se encuentran las calles son el principal enemigo pues muchos no son visibles y es imposible evitarlos.

Materiales sueltos. Grava, principalmente, porque no recogen el material que utilizan en obras que se hacen en arterias viales. Esto representa riesgo de un “patinón”.

Falta de señalética. No existen señales viales para los motociclistas, sólo las restrictivas de no transitar en los túneles, pero no hay sobre advertencia en caminos o para que los automovilistas estén conscientes de que también circulan motocicletas.

El transporte público. Los motociclistas entrevistados coinciden que los choferes del transporte público son los vecinos viales más peligrosos.

Robo. En la mayoría de los lugares no existen espacios especiales para estacionar motocicletas, las dejan sobre las banquetas y son víctimas de robo, ya sea total o de partes.

Historias

El placer, la pasión y los malos tragos

En cuatrimotos a Mazamitla


Acompañado por sus compañeros de la universidad, Ricardo Covarrubias viajó al Pueblo Mágico Mazamitla y, como hacen otros jóvenes, decidieron rentar algunas cuatrimotros que compartieron en parejas para internarse en las veredas del campo. Durante los primeros kilómetros, el trayecto pintaba como una experiencia fabulosa, pero se transformó cuando el grupo decidió cambiar de conductores para que todos pudieran manejar.

Con todo su equipo de seguridad, Ricardo conducía la motocicleta que compartió con una de sus amigas, pero luego ella se opuso a manejarla, pues la poca experiencia que tenía la hizo dudar. El grupo decidió cambiar de parejas para que otra compañera fuera la que manejara la moto en la que iba Ricardo. Él recuerda este momento como la primera señal de que algo podía ocurrir.

“La que venía con mi amigo decide manejar; yo le dije que se fuera con cuidado. Iba todo bien hasta que, cinco o 10 minutos después, ya para llegar a carretera, empiezan todos los amigos a pisarle a la moto y ella se confía. Yo le decía que le bajara, no me hizo caso; vino una curva en bajada y no frenó, se bloqueó, dio el volantazo y yo salí volando y ella también mientras la moto daba vueltas”, relata Ricardo.

Lo peor estaba por venir. Al caer, los cascos de Ricardo y su amiga se partieron y quedaron totalmente deshechos. Ricardo quedó inconsciente alrededor de 15 minutos. Sus amigos le contaron que los servicios médicos tardaron hora y media y llegar y que, para peor, ni en Mazamitla ni en Acatlán de Juárez tenían el equipo para realizarle las radiografías necesarias.

“No había ni el equipo ni el dinero para ponerle gasolina a la ambulancia; yo me estaba desangrando del oído y de la cabeza. Mientras arreglaban eso, mis amigos trataban de tranquilizarme y de no dejarme dormir, pero, cada vez que mis amigos entraban a donde yo estaba, se despedían de mí, y yo decía: ‘¡No me voy a morir!’”.

Fractura de cráneo y clavícula fue el diagnóstico final que se decretó en Guadalajara. Ricardo cuenta que su cara estaba totalmente desfigurada. Afortunadamente, su cuerpo respondió a los medicamentos y eso evitó una cirugía mayor.

Hoy, después de un año y medio y la experiencia de haber pasado dos meses en cama, atendido por su novia y por su abuelo de 90 años, Ricardo dice “que no volveré a confiar en alguien que no sepa utilizar una moto”. Pero tampoco ha dejado que el miedo lo gobierne: cada que tiene la oportunidad, se sube a una motocicleta. Claro: con mayor precaución.

Moto más calles en mal estado, la peor combinación

Han sido cuatro los accidentes que Abel López ha sufrido a bordo de su moto Rebel 250, desde pequeños resbalones hasta fracturas, pero la adrenalina y el placer no desaparecen.

Desde los primeros días de abril de 2007, el joven de 30 años de edad se convirtió en un usuario de motocicleta, sobre todo para trasladarse de su hogar —zona de la Hermosa Provincia— hasta su trabajo —en El Salto: es más económico y reduce un promedio de 10 minutos sus trayectos.

En septiembre de 2008, cuando se dirigía a Santa Fe, al transitar sobre la Avenida Concepción cerca de Adolf Horn, había un tramo de 800 metros recién repavimentado y Abel aprovechó para levantar la velocidad; a la mitad del camino decidió disminuirla a 60 kilómetros por hora y, a pesar de que afirma que siempre toma precauciones, esta vez la suerte no estuvo de su lado.

“Ya era oscuro, era la 1:00 am, y le bajé a 60 kilómetros por hora y de pronto vi un socavón; traté de esquivarlo levantando la moto por delante, para que fuera más liviano el impacto, y no sucedió así: se clavó la moto en el bache y me catapultó”.

Abel salió disparado y voló unos 15 metros. El golpe provocó que cayera desmayado en cuatro ocasiones. No llevaba casco.

“Cuando agarré conciencia después del golpe, vi a unas personas, me volví a desmayar y, cuando regresé, ya estaban los paramédicos. Me desmayé cuatro veces: en la tercera, cuando me dijeron que había marcado mi papá,  le alcancé a escribir un mensaje que decía: ‘Se me hace que no voy a alcanzar a llegar’ y, en cuanto lo mandé, me desmayé”.

Las consecuencias: se abrió el ceño, los dos labios y la barbilla; además, un esguince cervical y un esguince en el tobillo izquierdo; todo su cuerpo quedó raspado.

Aunque reconoce que fue una imprudencia no haber utilizado el casco, Abel opina que uno de los factores que se suman a la generación de accidentes de moto son las condiciones de las calles, alcantarillas y, sobre todo, la falta de cultura vial para respetar a los usuarios de este sistema de transporte, que, dice, han aumentado en últimas fechas.

A pesar de eso, Abel no renuncia a su moto, aunque ahora la usa con mayor precaución. Tanto es la pasión que le tiene, que a su pequeño hijo ya le regaló una moto eléctrica. Y entre sus viajes pendientes está el trasladarse en los próximos días a la playa con su moto y una pequeña mochila.

Pero no olvida las malas experiencias. Ya perdió a un amigo, que “buscó la muerte”, pues en repetidas ocasiones condujo alcoholizado y con exceso de velocidad, hasta que sufrió un fatal accidente. Dicen que nadie aprende en cabeza ajena, pero Abel asegura que hoy tiene mayor conciencia.

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