Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas por Jaime García Elías

—Comadres

''Cuando se pelean las comadres, salen a relucir las verdades''

Por: EL INFORMADOR

Las abuelas de antes, sabias hasta decir basta, llamaban a los refranes “evangelios chiquitos”. Uno de ellos, que quizá venga al caso del más reciente capítulo de las “vencidas verbales” que desde hace un largo rato sostienen el Gobierno del Estado y la Universidad de Guadalajara (UdeG), por cuestiones de pesos y centavos, asevera que “cuando se pelean las comadres, salen a relucir las verdades”.

—II—

Cabe esperar que una vez que se disperse el humo de los cohetes y se desvanezcan los ecos de las aclamaciones a “los héroes que nos dieron Patria”, haya quien trate de dar seguimiento a las declaraciones de los actores del conflicto de referencia. Desde una esquina (imposible decidir, de momento, quiénes son los rudos y quiénes los técnicos en esta superlibre a tres caídas, sin límite de tiempo), el gobernador Emilio González Márquez afirmó que “unos poquitos” se han adueñado de la Universidad, han lucrado con ella y han generado en su interior “una burguesía dorada”; dijo que hay “dirigentes y ex dirigentes muy ricos, y una UdeG muy pobre”; externó sus dudas sobre los manejos financieros del Auditorio Telmex; pidió la ayuda de “la comunidad universitaria auténtica” para “desenmascarar a los que los utilizan a la Universidad para ganar más dinero”.

Aún no acaban de caer esas piedras en el tejado al que iban dirigidas, cuando llegó la réplica. Al margen de las llamadas “descalificaciones ad hominem” —ofensas que nada sustantivo aportan al conflicto—, César Barba, líder de la Federación de Estudiantes Universitarios, reviró con alusiones a los que llamó “megacaprichos” del gobernante y “negocios en beneficio propio y de sus amigos”; verbigracia, los Juegos Panamericanos, los terrenos de El Disparate, el Macrobús, etc.

—III—

Todos esos, en efecto, son asuntos con respecto a los cuales se ha sembrado, desde siempre, la semilla de la sospecha y el veneno de la desconfianza en la opinión pública. El ciudadano común no metería la mano al fuego por la escrupulosa honradez en el manejo de los fondos públicos de ninguno de los actores de esta confrontación que alcanza ribetes de escándalo.

La mesa parece servida, pues, para que el siguiente paso sea que unos y otros pongan las cartas sobre la mesa, boca arriba, y no para el clásico “pacto de honor” entre rufianes —“mi silencio por tu silencio”—, a partir de la premisa de que lo que menos interesa, a unos y otros, es servir al pueblo.

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