Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Alfredo Hidalgo Rasmussen

Cita en la ciudad

Ser turistas y ser ciudadanos

Por: EL INFORMADOR

Habitualmente somos ciudadanos en la ciudad en la que vivimos y turistas en una distinta, sin embargo, sería interesante que el asunto fuera al revés. ¿Qué pasaría si somos ciudadanos en una ciudad en la que estamos de manera temporal y recorremos como turistas la ciudad en la que vivimos? Nuestra visión en torno a la ciudad imaginada (la del turista) y la ciudad deseada (la del ciudadano), seguramente cambiaría.
El ejercicio sería interesante.

Aunque la definición de turista es mucho más sencilla que la de ciudadano, ya que el primero es definido como “quien hace turismo” o “quien se desplaza de su domicilio habitual a otro punto geográfico” y el segundo, se define como “quien es natural o vecino de una lugar geográfico pero que como sujeto tiene derechos civiles y políticos”, en la percepción hacia una ciudad, el tema es más complejo. En estas definiciones no se destaca la actitud con la que un turista se enfrenta a una nueva ciudad, la disposición con la que visita un lugar, lo camina, lo admira, trata de aprovecharlo y disfrutarlo. El turista es capaz de respetar reglas que nunca antes había considerado, visita y fotografía lugares que le llaman la atención aunque forman parte de la habitualidad de otros; estas características básicas hacen del turista un individuo ampliamente perceptivo, con ánimo de disfrutar y sobre todo, valorar atributos poco comunes en el habitante permanente.

Convertirnos en turistas de nuestra ciudad puede ayudarnos a vivir y entender mejor el fenómeno de las urbes, las cuales se han convertido en los territorios por excelencia en este siglo XXI, pues más de la mitad de la población mundial es urbana. En Latinoamérica esta condición abarca al 70% de la población, aunque hay estudios que revelan que en ciudades como Santiago por ejemplo, la mayoría de la población desearía vivir en otra ciudad. Hay una aspiración a seguir buscando en las ciudades más oportunidades y una mejor calidad de vida, aunque muchas veces resulte ser una visión equivocada, dirigida por la ilusión y por la imaginación, construida a la distancia y no en la cotidianeidad de habitar un sitio. No valoramos lo que tenemos. “Deseamos el sitio del prójimo”.

Habitamos y leemos la ciudad a partir de la construcción de imaginarios, entendidos estos como visualizaciones que se sitúan en la frontera entre lo real y lo imaginado. De acuerdo con el sociólogo ecuatoriano Fernando Carrión, para acercarnos al conocimiento de las urbes es fundamental saber lo que piensan sus habitantes mediante los imaginarios –definidos como “las ópticas culturales”–, que “no son otra cosa que la realidad que percibimos haber vivido, sentido y experimentado” y a partir de ello, vivir esa realidad.

Carrión afirma que los imaginarios deben integrarse a las políticas públicas, porque la conquista de los deseos imaginarios es un hecho político. Yo agregaría entonces que un hecho político también lo sería la construcción de imaginarios bajo la óptica de ciudadanos convertidos en turistas en nuestra ciudad, pero ¿cómo poder trasmitir la idea de disfrutar nuestra ciudad si padecemos los errores y las malas prácticas todos los días? Si las autoridades se esmeraran en satisfacer a los ciudadanos con el mismo entusiasmo que se proponen dar una buena cara a los turistas, entonces los lugares “presentables” no serían la excepción.

Hoy el escenario a futuro para nuestra ciudad es incierto, los nuevos  gobiernos municipales, salvo contadas excepciones y a escasos 10 días de tomar posesión, no dan señales de que haya un rumbo claro para nuestra área metropolitana. Pese a las dificultades de lograr una mayor incidencia en el rumbo de nuestra ciudad, como ciudadanos/turistas todos podemos contribuir. Si la ciudad imaginada la construimos bajo la experiencia positiva del día a día –un turista con derechos civiles y políticos–, la ciudad deseada será más cercana y más posible.

alfredo@infotectura.org

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