Jueves, 28 de Noviembre 2024
Jalisco | Indigentes en el Centro Histórico de Guadalajara buscan alimentos entre los desechos

Basura de unos, tesoro de otros

Indigentes en el Centro Histórico de Guadalajara buscan alimentos en los contenedores de basura

Por: EL INFORMADOR

Los alimentos sacados de la basura suelen estar descompuestos lo cual significa un riesgo para la salud, advierten los médicos. ESPECIAL /

Los alimentos sacados de la basura suelen estar descompuestos lo cual significa un riesgo para la salud, advierten los médicos. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (06/FEB/2013).- Son las nueve de la mañana y es hora de salir a buscar un desayuno, el alimento más sagrado de todos. Con un poco de suerte la persona que se acomoda frente a un bote de basura podrá encontrar un pedazo de dona mordisqueada, un refresco caliente y, si el universo está a su favor, la orilla de una rebanada de pizza.

Jorge Luis Domínguez atiende una paletería en la calle Morelos, a un costado de Plaza Liberación. Todos los días le toca ver indigentes “y otros que ni parecen, pero ahí andan, buscando qué desayunar. Dicen que la basura de unos es el tesoro de otros, y mira: aquí sí se cumple el refrán”.

Hay que ser específicos con el horario porque son las nueve de la mañana y ya hay una persona hurgando en un bote de basura que dice “orgánica”. Quizá busque el desayuno. Primero saca un envase casi vacío de jugo de durazno. Luego se vuelve a meter en el bote. Se asoma y con la mano va esculcando. Saca una bolsa con pan y luego, aunque puede parecer una locura, saca un plato de hielo seco ya usado y pone ahí su merienda, para que no se revuelva con la basura.

—Hola, buenas. ¿Cómo te llamas?— pero no contesta. —Oye, ¿por qué no vas a buscar comida a los comederos de la Catedral o a los albergues?

Pero la respuesta no llega. Toma su botín y se va caminando, sin voltear atrás.

Un hombre escuálido, cabeza gacha, maloliente, camina por el andador de la calle Colón. Carga en el brazo derecho bolsas de plástico llenas. El otro brazo está libre, en la mano trae un vaso desechable con algún líquido que no deja de beber. Avanza y esquiva las miradas; sólo parece detectar los botes de basura. Al ubicar uno, se acerca y con la mano derecha esculca, se encuentra un vaso con agua y le da un trago. El resto es para llevar.

Ahora que ya consiguió algo se va al que sigue. Avanza con prisa, muchos lo ven pero nadie le habla: es como si no existiera. Ahora lo seduce otro contenedor, afuera de varios restaurantes, y obtiene una dulce sorpresa: la punta de un cono de nieve que devora. Quienes atestiguan la escena lo juzgan con la mirada. Miedo, repulsión y pasmo son algunas de las reacciones. Pero nada de eso parece importarle al hombre.

Justo en la banca contigua hay otro indigente sentado. Se bebe un café de máquina, quizá rescatado también de la basura. Pero ya es tarde y es hora de comer, el café no llena. Trata de encontrar algo en la papelera pero la estrecha abertura no lo deja ver mucho, ni rescatar tampoco. Y se pone a llorar. Él sí recurre a los paseantes: les pone su gorra suplicando unas monedas, pero quienes andan con niños le sacan la vuelta. Hasta que cae un poco de dinero le cambia el semblante y se aleja.

Dice Jorge Luis que ellos, en la paletería, suelen sacar bolsas con desperdicio de fruta, para ver quién quiere. Pero nadie se acerca. “Como que prefieren eso de la suerte, a ver qué se encuentran”, dice con un tono de broma.

El dependiente del negocio cuenta que las personas que comen de la basura son así: silenciosas, parcas, dedicadas a lo que van, buscan en tambos la subsistencia. Que llegan a las nueve de la mañana y regresan “después de las seis de la tarde”.

Y quizá ellos, los que hurgan, sean parte de esas 22 mil personas que se sumaron a las estadísticas de pobreza extrema durante el sexenio del Gobierno de Jalisco que está por terminar en este mes. O quizá sea sólo un asunto de estrella: de hurgar en la basura para tener suerte y así poder desayunar, tomar el alimento más sagrado de todos.

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