Viernes, 22 de Noviembre 2024
Jalisco | La ciudad y los días por Juan Palomar Verea

Banquetas rotas

Una banqueta bien construida y mantenida es una afirmación de que existe un sólido pacto social

Por: EL INFORMADOR

La banqueta es el mínimo común denominador a través del que se une y reconoce una comunidad. En una ciudad plagada de problemas aparatosos y agobiantes es fácil olvidar ciertas cosas básicas: una banqueta razonable es una humilde e importantísima seña de civilidad, y una herramienta constante y efectiva para la afirmación del compromiso comunitario por convivir civilizadamente.

No olvidemos que, como se ha dicho, las banquetas son más cercanas a las plazas que a los arroyos vehiculares. Son el espacio público por excelencia. Y, ciertamente, son las que más área aportan a la convivencia y al intercambio ciudadano. Pero las tomamos como si fueran un simple hecho que no tuviera mayor repercusión.

Es conocida la teoría de la ventana rota. Un desperfecto expresado por un simple vidrio faltante envía a quien la percibe un mensaje inequívoco. El de que, en ese lugar, la sinrazón y el deterioro han sentado sus reales; y que no hay entonces mayor problema en continuar en esa dirección: romper otra ventana, aventar basura, rayonear la fachada, vandalizar el edificio, establecer la ley de la selva. Una ventana rota marca una dirección cuyas consecuencias son insospechadas, y al mismo tiempo tristemente conocidas. La decadencia misma.

Las banquetas rotas son exactamente eso, y peor. Una banqueta sucia, desmolachada, con agujeros, con coches atravesados de cualquier modo, con puestos callejeros arbitrariamente ubicados, sin árboles y sus indispensables funciones, envía un mensaje clarísimo: no importa. No importa si la gente no puede estar y caminar dignamente, si los niños y los viejos sufren mayores peligros, si aceptamos la decadencia y el desorden como principio de la convivencia cotidiana. No hay que olvidar que una proporción importantísima de los trayectos cotidianos de toda la población se realizan a pie, andando sobre banquetas rotas. (Otra vez: en el municipio de Guadalajara se planea gastar mil millones de pesos en concreto para los arroyos vehiculares: ¿y cuánto para banquetas?)

Un valioso reportaje aparecido en EL INFORMADOR (24 enero 2011), se titula: “Colonias aisladas sufren vacío de autoridad”.  En él se detallan las degradadas condiciones que imperan en diversas zonas de la ciudad. El arquitecto Luis Felipe Siqueiros afirma allí: “En la medida en que deja de haber una presencia institucional, un cuidado del entorno y una presencia de personas en las calles, comienzan a generarse vacíos que son llenados por grupos, en zonas en donde no existe orden ni respeto a la infraestructura.”

Y la primera infraestructura, volvemos a subrayarlo, es una banqueta digna. Una banqueta bien construida y mantenida es una afirmación no por sencilla menos contundente de que existe la vigencia de un sólido pacto social. De que los habitantes o usuarios de una determinada finca la cuidan y cuidan su entorno, están al pendiente de lo que pase. Quizás sea una medida menos espectacular. Puede ser, ciertamente, más efectiva: tanto en zonas consolidadas o centrales de la ciudad, como en las periferias sin consolidación es indispensable establecer un programa permanente de dignificación (o construcción) de las banquetas. Lejos de tener banquetas rotas, contar con espacios de convivencia y tránsito peatonal que subrayen a todas horas la primacía de la vida comunitaria, el respeto a sí mismo y a los demás.

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