Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

A 30 años del 23 F

Cuando pensamos en la democracia española y la vemos como referente, generalmente se nos olvida lo difícil que fue la transición en ese país

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah  /

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Hace 30 años, un 23 de febrero, la hoy potente y envidiada democracia española estuvo al punto del colapso. Los que tenemos más de 45 años recordamos la imágenes en el noticiero de Jacobo de un teniente coronel, de nombre Antonio Tejero, vestido de militar con un tricornio, que para los mexicanos resultaba bastante ridículo, entrando al hemiciclo del Congreso español, quien, pistola en mano y tras disparar al techo, puso de rodillas a todos los diputados y a la democracia española. A todos, menos a dos personajes: Adolfo Suárez, el presidente el Gobierno español, y Santiago Carrillo, el líder del Partido Comunista, quienes no se amedrentaron frente a los militares.

Paradojas de la vida, Suárez estaba en su curul observando una votación de trámite en la que se elegía a su sucesor, Calvo Sotelo. Eran los últimos momentos de su presidencia, la presidencia de la transición, pues había renunciado semanas antes tras meses de presión y vacío de toda la clase política española, incluido el entonces joven Rey Juan Carlos I. Paradojas de la política, una de las cosas que más había hecho enojar a los militares era que Suárez como presidente había abierto la puerta al reconocimiento del Partido Comunista y había pactado con Santiago Carrillo, entre otros, el acuerdo de la Moncloa, que dio estabilidad e institucionalidad a una endeble democracia que cumplía apenas seis años de vida tras 36 de dictadura. El golpe del 23 F, como se le conoce en España, estuvo motivado por un desorden político fenomenal: no había acuerdos, el canibalismo político estaba a su máxima expresión, todos conspiraban contra todos, pero sobre todo contra el presidente. A pesar de ello, el golpe fracasó porque se impuso la institucionalidad.

Cuando pensamos en la democracia española y la vemos como referente, generalmente se nos olvida lo difícil que fue la transición en ese país. Nos acordamos sólo del pacto de la Moncloa, sin duda un referente fundamental y un modelo de civilidad política, pero se nos olvidan los momentos difíciles, la violencia y el periodo de maduración que tuvo que pasar antes de que España se consolidara. No fue hasta la llegada al poder del entonces joven líder del Partido Socialista Obrero Español, Felipe González, en 1982, que las cosas comenzaron a tomar rumbo. Fue literalmente un cambio generacional lo que permitió que llegaran los acuerdos.

La democracia mexicana ha sido más lenta y tortuosa de lo que suponíamos todos, pero no por ello menos intensa. La democracia mexicana no ha vivido momentos de crisis como la que vivió la española el 23 de febrero, pero sí el mismo problema de una generación incapaz de lograr acuerdos y dispuesta a destruir cualquier cosa en su camino al poder. No hay que olvidar el 23 F español, no tampoco la necesidad de una nueva clase política en el país: los que hacen la transición difícilmente la consolidan.

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