Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas por Jaime García Elías

— Mamuts blancos

Para darse una idea de cómo viven los tapatíos de hoy, habría necesidad de promover algunas “extensiones” de la ruta turística archisabida

Por: EL INFORMADOR

Los turistas que, todavía hasta ayer, pasearon en “calandria”, en los modernos autobuses de dos pisos y aun en los impropiamente llamados “tranvías” por lo que aún le queda más o menos digno de presumir a la otrora “Perla de Occidente”, debieron haberse llevado una gratísima impresión de cómo vivían, cuando aún eran niños, los tapatíos que ya son abuelos.

—II—

Para darse una idea de cómo viven los tapatíos de hoy, habría necesidad de promover algunas “extensiones” de la ruta turística archisabida (Catedral, Palacio de Gobierno, el Teatro Degollado, la “Cruz de Plazas” del centro, la avenida Vallarta, el Templo Expiatorio, los Arcos, la Minerva, Plaza del Sol, la “Colonia Americana”... y “tan-tan”), lo mismo hacia “Royal Country” y “Santa Anita” que hacia “La Duraznera”, “Arenales Tapatíos”, “Las Pintitas de Abajo” o “Mesa Colorada” —por mencionar los primeros botones de muestra que saltan espontáneamente del arcón de la memoria—, o hacia colonias cuyos pioneros decidieron rendir homenaje perenne a compatriotas tan esclarecidos como José López Portillo y Heliodoro Hernández Loza. (No dejen de avisar, por cierto, para ir a conocerlas, cuando ya haya colonias Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo... o Martita Sahagún de Fox).

—III—

Las alusiones a esas colonias vienen al caso por una nota (“Público”, IV-9-10) que aprovechó algún descuido para ver la luz pública: que la comisión legislativa de Cultura —whatever that means— del Congreso de Jalisco solicitó al Instituto Nacional de Antropología e Historia, al Gobierno del Estado y al Ayuntamiento de Guadalajara, “un programa de ‘rescate’ del Centro Histórico”.

Al margen de que hablar de “Centro Histórico” es una abstracción absoluta, porque en lo que se conoce como tal no se conserva un solo vestigio de la fundación de Guadalajara o de los primeros dos siglos de su existencia, la promoción parece sensata en la medida en que sirva para crear un marco legal que, una de dos: a), permita ganarse la vida con dignidad a fincas y aun a manzanas enteras condenadas, de otro modo, al abandono y a la ruina, y b), que consienta en aplicar la eutanasia (muerte por compasión) a construcciones a las que, en nombre de un supuesto “valor patrimonial” que a nadie —ni mucho menos a sus actuales propietarios, herederos (a pesar suyo) no precisamente de elefantes sino de mamuts o gliptodontes blancos— le interesa un serenado rábano, se les condena a una agonía lenta, penosa... e irremediable.

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