Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas por Jaime García Elías

— ''Madruguete''

Andrés Manuel es el primero en ofrecer soluciones a los problemas sociales del país, pero no explica como

Por: EL INFORMADOR

Para llenar de gente la plancha del Zócalo capitalino, como la llenó Andrés Manuel López Obrador al dar el “madruguete” y proclamar su candidatura para las elecciones presidenciales de 2012, se requiere una buena dosis de eso que los elegantes llaman “poder de convocatoria”. Y esto, a su vez, sólo puede conseguirse por convicción o por conveniencia. Lo primero implica presentar a los potenciales electores un programa elaborado a partir de un diagnóstico acertado de la situación social, y esbozar la ruta crítica hacia la solución de los problemas de inseguridad, pobreza, injusticia y corrupción. Lo segundo implica disponer de recursos económicos ilimitados —los que tienen a su disposición quienes detentan el poder— para acarrear carne de mitin en cantidades industriales a eventos como el del domingo, y para comprar, en fin, en abonitos fáciles o al contado, los votos a cambio de sendos platos de lentejas (metafóricamente hablando).

—II—

A sabiendas de que el desempleo y los bajos salarios constituyen algunas de las grandes frustraciones nacionales, López Obrador se pronuncia por algo que ningún Gobierno es capaz de sacar de la nada, pero que llega, sin falta, cuando el sector empresarial cree en la capacidad y la honestidad de los ciudadanos que llegan al poder: la creación de empleos y la productividad... En el entendido de que los salarios de los funcionarios públicos ofenden al ciudadano que sí sabe lo que cuesta ganar el dinero y lo que duele pagar impuestos para que los oportunistas de la política se los embolsen con singular desparpajo, López Obrador promete —“si el voto popular lo favorece”, desde luego— reducir en 50% los salarios de la burocracia de angora; queda pendiente la explicación de cómo impedirá que los parásitos profesionales del Presupuesto, enquistados en la maquinaria gubernamental, se cobren —con creces, en un descuido— por la ruta de la corrupción, lo que dejarían de percibir por la vía de la nómina... Promete un régimen fiscal que permita un respiro al causante cautivo —el asalariado—, y cancele los privilegios fiscales de que disfrutan los potentados; tampoco aclara cómo podría controlar, desde la Presidencia, uno de los más escurridizos elementos de la economía: el capital.

—III—

A reserva de que en sus próximas apariciones públicas despeje esas incógnitas, parecería que el primer “autodestapado” de la temporada de cacería de votos se parece a todos los de su especie en su encantadora, fascinante, seductora habilidad para vender saliva endulzada.

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