Martes, 22 de Octubre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas, de Jaime García Elías

— “Gandaya”

Los verdaderos ejemplos de perversidad en la acumulación de bienes materiales habrá que buscarlos entre quienes trepan en la escala social a base de explotar a sus trabajadores

Por: EL INFORMADOR

Cuestión de perspectiva: para los ricos, los pobres son, también, flojos, tontos o viciosos. Por eso son pobres. (Y si son flojos, tontos y viciosos, peor tantito). Para los pobres, los ricos son malos. Simplemente... Por ese camino,  los pobres se consuelan: “Ser pobre —coligen— es ser bueno”. (“Probes” —sic—, pero decentes”, decían, con un dejo de jactancia, las abuelas).

—II—

A partir de ese cartabón, transmitido de generación en generación, hay quien presupone que si México tiene entre sus galas (además de Jimena Navarrete, el “Chicharito” Hernández y Checo Pérez) al hombre más rico del mundo, sólo puede ser porque el susodicho —un perfecto gandaya, a partir de cierta “lógica”— ha despojado a la mayoría de sus compatriotas (el gran total, actualmente, incluidos ricos y pobres, es de 112 millones) de la porción de riqueza que, en estricta justicia, debería corresponder a muchos. Que nadie tenga los pantalones para decírselo en su cara; que nadie puede recriminarlo por haberle quitado a él mismo un centavo, o que nadie pueda acusarlo de despojo alguno, ya es otra cosa.

Como quiera, que un mexicano —Carlos Slim— sea el hombre más rico del mundo, y que 10 mexicanos más aparezcan en la famosa lista de la revista Forbes entre los hombres más acaudalados del planeta, debería ser, para el común de sus compatriotas, visto desde cierta perspectiva, un timbre de orgullo: nadie que se educó leyendo las historietas de Walt Disney se hubiera imaginado a Rico McPato echándose clavados en su arca de dinero, con el sombrero charro y los revólveres de Pancho Pistolas como complemento del traje de baño. O debería ser, al menos, un modelo de la laboriosidad y el buen juicio para administrar —y multiplicar, por ende— el dinero, que sólo excepcionalmente llegan a ser virtudes características de la “Raza de Bronce”.
—III—
Por lo demás, si de ser justos se trata, es probable que los verdaderos ejemplos de perversidad en la acumulación de bienes materiales, haya que buscarlos entre quienes trepan en la escala social a base de explotar a sus trabajadores, o —como dijera Don Efraín González Morfín, heredero legítimo de la ideología panista que “el cambio” aún no hace realidad— quienes entran a la política “no para ejercer el servicio público en bien del pueblo de México, sino para obtener, a través de la política corrompida, lo que no pueden obtener a través del trabajo honrado”.

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