Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Se esperan ríos de gente, de uno a tres millones de personas

— Ecos lejanos

La devoción y el sometimiento a las deidades es una fórmula eficaz para conjurar las amenazas al bienestar

Por: EL INFORMADOR

Originalmente, en el génesis de la que ya es una tradición varias veces centenaria (“la llevada” de la imagen de la Virgen de Zapopan a su santuario, tras su visita a las iglesias de la ciudad), estaba la fe sencilla de la gente: la convicción —a partir del pensamiento mágico, según los estudiosos de la conducta de los hombres— de que la devoción y el sometimiento a las deidades es una fórmula eficaz para conjurar las amenazas al bienestar, la salud y en última instancia la vida, implícitas en eventos naturales: epidemias, temporales especialmente intensos, etc.

De entonces (1734) a la fecha, aunque las ciencias —como dice la zarzuela— han avanzado “una barbaridad”, y aunque probablemente ya no esté tan generalizada la creencia de que hay una relación de causa a efecto entre la concurrencia multitudinaria de peregrinos a la Romería y la eficacia de los patronatos (contra epidemias, tempestades, sequías y demás calamidades) asumidos por la Iglesia y supuestamente avalados por la Virgen, la tradición se mantiene vigente y pujante: aunque ocasionalmente desciende la concurrencia, la realidad convalida la metáfora: son “ríos de gente” —de uno a tres millones de personas, según las estimaciones— los que cada año, en días como hoy, emulando a la lava que vuelve al cráter del volcán, hacen el recorrido, escoltando a “La Generala”, desde la Catedral de Guadalajara a la Basílica de Zapopan.

—II—

A despecho de quienes en su percepción del fenómeno anteponen aspectos como aglomeraciones, molestias, desórdenes, amenazas para la salud y la seguridad tanto de los participantes como de quienes encuentran la manera de mantenerse al margen, para las autoridades civiles son salud y seguridad (asuntos bastante mundanos, como puede verse), precisamente, las preocupaciones principales de la jornada. Policías, bomberos, médicos y paramédicos, personal avezado en vialidad y protección civil, todos debidamente aleccionados y entrenados —se supone—, con una consigna expresa: evitar que el diablo —literalmente— meta la cola.

—III—


Todo eso mientras resuenan, cada vez más lejanos —e imperceptibles, por ende— los ecos de las palabras con que el Papa Juan Pablo II, en su homilía del 30 de enero de 1979 (en Zapopan precisamente, en el primero de los muchos viajes que realizó durante su pontificado), advertía sobre los riesgos de que estas manifestaciones privilegiaran la frivolidad sobre la fe auténtica...  y se limitaran a ser —en sus propias palabras— “expresiones de falsa religiosidad”.

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