Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas por Jaime García Elías

— ''Ayer, maravilla...''

Guadalajara es una de las ciudades más contaminadas en los aspectos visual y sonoro

Por: EL INFORMADOR

De Guadalajara —y sus inseparables anexas— podría decirse lo que alguna vez se dijo, a guisa de retrato hablado, de su Catedral: “Es un armonioso conjunto de mediocridades”. (Horacio, en sus Odas, por cierto, dejó para la posteridad el elogio de la “Áurea mediócritas”: la dorada mediocridad, entendida no como el mérito escaso o la calidad casi nula, sino como el punto intermedio —en que los moralistas sostienen que se encuentra la virtud— entre la precariedad y la riqueza ofensiva. Guadalajara, vista desde esa perspectiva, fue, en algún tiempo, modelo de ciudad “vivible”; una ciudad a tono con los gustos y las apetencias de sus habitantes. Nada más... Pero, también, nada menos).

—II—


De Guadalajara, hace poco, un periodista que se dignó descender del olimpo del Distrito Federal para observarla, aunque fuera a vuelo de pájaro, sin hacer la salvedad de si le había conocido tiempos mejores, tuvo a bien calificarla como una ciudad sucia. Muchos se esforzaron en dejar constancia de su rubor y su bochorno. Pocos repararon en que la aseveración, bien vista, era calumniosa... ¿Por qué?: porque podrá haber ciudades más o menos hermosas, pero no sucias o limpias. Habrá, en todo caso, ciudades que pueden jactarse de tener habitantes amantes del aseo, respetuosos del entorno, amigos del decoro... y ciudades que deben lamentarse (“y mentárse-las”, diría alguien) de que a sus habitantes no se les puede calificar de cochinos, cerdos, puercos o marranos, sin incurrir en una ofensa, imperdonable y gratuita, para los nobles mamíferos que aportan a la gastronomía desde los democráticos chicharrones hasta el aristocrático jamón “pata negra”.

—III—

Ahora, para más inri, burla o afrenta, a raíz de que acaban de publicarse reformas al Reglamento de Anuncios para el municipio, se repara en que Guadalajara, además de sucia en sentido estricto, es, también, una de las ciudades más contaminadas en los aspectos visual y sonoro: una ciudad en que cuando no es el ruido de los camiones —motores, frenos, bocinas...— es la “música” estrepitosa con que tratan de llamar la atención algunos comercios, o la que pasean en sus estéreos algunos semovientes.

(Otro día, si hay tiempo, habrá que platicarles a las nuevas generaciones por qué a Guadalajara se le puso la etiqueta de “Ciudad Amable” —es decir, digna de ser amada—, y en cuál de las vueltas del mundo sobre su propio eje se le cayó... quizá por los siglos de los siglos, amén).

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