Jalisco: con pintura en las venas

Nacido en Guadalajara en 1875, Gerardo Murillo destacó en las artes plásticas como un ideólogo del muralismo, aunque posteriormente no se sintió adherido al movimiento. Con el seudónimo de Dr. Atl, su quehacer artístico fue más allá de los pinceles, pues también escribió narrativa y poesía.

Fallecido en 1964, en las páginas de EL INFORMADOR se leyó sobre su salud en los días previos a su muerte: al suceder, el tema sobre su traslado a la Rotonda de los Hombres Ilustres (en la Ciudad de México) estuvo un par de días en portada, más tarde continuó la conversación en editoriales, columnas y comentarios de su vida y obra en la sección cultural. Su faceta como escritor también revistió en su momento la sección Cultura, pues de él se publicaron cuentos, como “El albañil”. 

José Clemente Orozco destacó en el movimiento muralista mexicano posterior a la Revolución. Nacido en Zapotlán el Grande (1883), para la capital de Jalisco legó murales en el Instituto Cultural Cabañas, Palacio de Gobierno y en el Paraninfo de la UdeG. Como noticia, desde 1929 se daba cuenta de la carrera de Orozco, a propósito de una exposición en Nueva York.  En los años 30 también se le dio cobertura a su actividad como muralista en Estados Unidos. En este diario también se leyó en 1949 sobre el anuncio de su muerte a causa de un paro cardiaco.

El longevo Raúl Anguiano, nacido en 1915, fue un pintor considerado el último de la estirpe de muralistas mexicanos. En la Ciudad de México concretó una serie de murales en 1936 (en el Politécnico Nacional, el Museo Nacional de Antropología e Historia y la Cámara Nacional de Comercio). También pintor de caballete, faceta por la que es más conocido, Anguiano plasmó la mexicanidad no sólo en los murales: en sus lienzos se observan retratos con típicos personajes mexicanos. Dentro del periódico se ha escrito sobre la vida y carrera de Raúl, desde sus exposiciones colectivas o individuales y conferencias  a mediados del siglo pasado, hasta su muerte en 2006. 

Juan Soriano destacó dentro del arte nacional como pintor y como escultor. En 1957 recibió de parte del gobierno de Jalisco la insignia José Clemente Orozco. Treinta años después recibió el Premio Nacional de Arte.

Con notas sobre sus exposiciones y mayores éxitos, en EL INFORMADOR se le dio cobertura a su trayectoria; así como su actividad en Guadalajara (ciudad en la que dejó de vivir desde los años treinta); las páginas de este medio dieron cobertura de su trabajo dentro del Taller Mexicano de Gobelinos de Guadalajara y sobre su muerte, en 2006.

Originaria de Lagos de Moreno, María Izquierdo nació en 1902. Durante la década de los veinte tomó renombre dentro de la plástica nacional. Al poco tiempo expuso en espacios como el entonces recién inaugurado Bellas Artes de la capital del país, además del Metropolitan Museum of Art, en Nueva York. Allí mostró sus lienzos al lado de otras figuras nacionales, como Rufino Tamayo y Diego Rivera. Su estilo se acercó al surrealismo: temáticamente pintó paisajes y elementos de la naturaleza, autorretratos. Su educación artística sucedió en la Academia de San Carlos de la Ciudad de México. A diferencia de otros paisanos, María tuvo una muerte relativamente temprana, acaecida en 1955. 

Este artículo forma parte de la edición conmemorativa de los 100 Años de EL INFORMADOR. El resto de los contenidos especiales están disponibles en ESTE ESPACIO y también puedes consultar la versión hojeable digital PULSA AQUÍ.