Septiembre 11

A 10 años, ¿qué siento? Nada. Recordar no es sentir. Recordar el susto, inquietud por amigos y familiares entonces en Manhattan, algunos trabajando en ese barrio, no es sentir lo que sentí, lo que sentimos en aquella hermosa mañana de septiembre. ¿Ha cambiado algo? Mucho, pero no sé qué tanto tiene que ver la doble operación terrorista del año de gracia 2001.

1. Viajar se ha vuelto bastante pesado y, a veces, llega a ser una pesadilla.

2. El mundo se ha cargado del lado de la seguridad a ultranza, burocrática y policiaca que, de repente, invade la vida cotidiana. No puedes dejar tu portafolio o mochila cinco minutos porque te la van a explotar por temor a la bomba eventual, y no se te ocurra la menor broma al pasar los controles y la migra…

3. Son detalles, pero significativos, simbólicos. Los atentados han cargado el mundo a la derecha, han afectado para mal muchas cosas. No sólo han embarcado a EU y a otros países en la aventura interminable de Afganistán, sino que han empujado al gobierno estadounidense, no sólo a Bush junior —demasiado fácil echarle la culpa—, sino a toda la sociedad de ese país, a la victoria desastrosa de Bagdad 2003. La defensa y promoción de derechos del hombre (y la mujer) y de la democracia han sido contaminadas desde septiembre del 2001 por la radical influencia neoconservadora, cuyo último avatar se llama “Tea Party” y tiene algo que ver con la crisis financiera actual.

4. Desde aquel negro día todas las doctrinas de la teoría internacional, sea a favor de la injerencia/intervención (tipo Afganistán, Irak, Libia), sea a favor del estricto respeto de la soberanía de los Estados, han sido ridiculizadas por los acontecimientos. Multilateralismo y negociaciones han fracasado, el realismo político también. Respetar a los déspotas árabes no ha frenado a los terroristas. Tanto Mubarak como el jefe de Al Qaeda son egipcios. Se promueve la democracia, pero islamistas poco demócratas toman el poder en Irak y Gaza. La intervención humanitaria en Somalia fue un fracaso rotundo y ahora la población, rehén de islamistas armados, se muere de hambre.
La intervención no llevó al paraíso, el multilateralismo es una tortuga, pero la realpolitik no va mejor.

5. “Oh, pueblo de Irak, ¿Dónde está tu honor? ¿Aceptaste la opresión de los putos cruzados?”. (León de Irak, enero 2005).
“No hay paz ni coexistencia entre la religión islámica y las instituciones sociales y políticas no islámicas” (Alizha Izetbegovic, ex presidente de Bosnia, en su Declaración islámica). Pero dicho fundamentalismo es tanto causa como consecuencia del 11 de septiembre y ha provocado o fortalecido un fundamentalismo gemelo entre cristianos evangélicos de EU.

6. Occidente, este espacio que va desde Moscú hasta México y de Estocolmo hasta Valparaíso, creyó que Dios había muerto y estaba enterrado, o por lo menos expulsado del espacio público. “En el estruendo de las bombas, a la luz de los incendios, las procesiones desbordando de odio y las imprecaciones de sus portavoces proclamados, uno descubre, con azoro, que Él vuelve con fuerza. ¿Quién mejor que Él para juntar tales multitudes, atizar tales pasiones, levantar tales murallas, transformar mujeres en fantasmas y muchachos en antorchas vivas? ¿Dios? Es una manera de hablar. Porque de Dios no se sabe nada. Es la religión”. Palabras del historiador Elie Barnevi en su valioso librito “Religiones mortíferas”.

7. Todo ello afecta, a nivel mundial, las relaciones entre las culturas y los pueblos, provoca intransigentes y negativas reacciones de rechazo a los migrantes, legales o no. El miedo, consciente o inconsciente, manda. Hay franceses, italianos, españoles y la lista sería muy larga, que tienen miedo de perder su “identidad” nacional, algo que es imposible de definir, pero que existe: “¡Como México no hay dos!”.

8. El 11 de septiembre, al subrayar las contradicciones del multiculturalismo (en el cual habían vivido los autores de los atentados), asustó a las sociedades abiertas y las empujó hacia el cierre. Por todos lados se han levantado nuevos muros, cuando uno pensaba que la caída del Muro de Berlín, con “M” alta, significaba la llegada a la tierra prometida.

* Investigador del CIDE