MALAKASA, GRECIA (15/MAY/2017).- Con 13 años, Farahnaz está desesperada pensando en cómo empezar “una nueva vida”. Todo un desafío para esta joven afgana en el campamento de refugiados griego de Malakasa, donde malvive junto a cerca de 700 compatriotas a la espera de un asilo incierto.Perdido bajo unas colinas, a 40 kilómetros al Norte de Atenas, el campo está enclavado entre la autopista y una base militar, a un kilómetro de un pequeño pueblo.Farahnaz ha empezado a ir a la escuela esta semana, a unas clases reservadas para los niños del campo que deberían haber empezado en otoño.Aunque está contenta, esto no impide que la joven afgana, de rostro dulce y con un pañuelo, se aburra “mucho”.Tuvo que huir de Mazar-e Sarif, después de que los talibanes asesinaran a sus abuelos. “No me gustan mis recuerdos”, resopla esta adolescente, demasiado madura para su edad, que sufre al ver a sus padres “siempre tristes” .Asef Faizi, diseñador gráfico e informático de 24 años, lleva 15 meses en el campo griego. Huyó de Herat con 23 años y procura luchar contra la monotonía con un proyecto de documental, apoyado por una oenegé.No obstante, para la mayoría de residentes, sobre todo para los jóvenes solteros, “la vida está interrumpida”.Es el destino de decenas de miles de afganos confinados en Grecia por el cierre de fronteras y que esperan que les concedan asilo.