Viernes, 11 de Octubre 2024
Internacional | Se debaten el viernes entre la incredulidad, el horror y la desolación

Horror e incredulidad entre vecinos de Sandy Hook tras tiroteo

Los vecinos de Sandy Hook se debaten entre la incredulidad, el horror y la desolación tras la matanza

Por: AFP

Tres niños observan las luces de veladoras encendidas afuera de un templo. REUTERS  /

Tres niños observan las luces de veladoras encendidas afuera de un templo. REUTERS /

NEWTOWN, ESTADOS UNIDOS (14/DIC/2012).- Los vecinos de Sandy Hook se debatían el viernes entre la incredulidad, el horror y la desolación tras la matanza en la escuela primaria de este caserío aledaño a  Newtown en Connecticut (noreste de Estados Unidos), que dejó 27 muertos incluyendo al agresor.

La tragedia podía resumirse en imágenes como la de dos familiares de una de las víctimas caminando calle abajo desde la escuela primaria de Sandy Hook llorando abrazados y sin decir palabra.

Vecinos como Chuck Stofko no salían de su conmoción: "Cuando vi una armada de policías y vehículos de emergencia llegando, me dije 'esto no es un  accidente'. Entonces escuché la noticia", cuenta entre lágrimas este hombre de  52 años, padre de tres hijas, una de ellas que estudió en Sandy Hook.

"Se trata de una comunidad única aquí. Este es un horror inenarrable. No  hay palabras para decir lo que pasó", agrega en medio de la calle.

La policía cortó el tráfico un kilómetro antes del coqueto Sandy Hook, que  integra el pueblo de Newtown y que parece sacado de una película de David  Lynch, con su corta calle principal con negocios, un pequeño riachuelo y  carreteras solitarias que se pierden en el bosque.

En la calle que conduce a la escuela, el cuartel de Bomberos Voluntarios de  Sandy Hook era el centro de operaciones de la policía y el lugar donde se  dieron cita las decenas de periodistas que iban llegando.

Bobby Haskins, un estudiante de 14 años en pantalones cortos y buzo,  hablaba de su experiencia y de lo que sabía a partir de un amigo sobre lo  ocurrido en la escuela.

"Cerramos las puertas de la escuela y nos quedamos en nuestras clases hasta  que la situación volvió a ser segura. Conozco gente que estaba en el colegio,  dos maestros y un amigo cuyo hermano menor estudia allí", dice.

"Hablé con mi amigo, me dijo que el agresor entró, disparó a gente en su  camino, luego a la maestra y a su alrededor. El hermano de mi amigo fue capaz  de escaparse por la puerta de atrás. Corrió hasta el centro y ahí lo agarró un  hombre y lo llevó al cuartel de bomberos", relata.

La joven Melisa Latifi, una estudiante de 23 años que trabaja en un  restaurante de Sandy Hook, no conocía a nadie en el colegio pero está igual de  conmovida.

"Recibí un mensaje de texto de una colega. No podía creer que era en Sandy  Hook, tan cerca", afirma vestida con su camisa de camarera frente al cuartel de  los bomberos, adonde acaba de traer pasta y pizza.

"Es una comunidad muy integrada, todo el mundo se conoce", dice la joven  que vive en el cercano pueblo de Waterfront y cuyo tío es el propietario del  hotel desde hace años.

Por la noche, cientos de personas asistieron a una misa en la iglesia  católica Santa Rosa de Lima de Newtown, situada a un par de kilómetros de la  escuela. La convocatoria fue tal que decenas de personas quedaron fuera.

"Esta es un tipo de comunidad en la que cuando cosas como ésta pasan, todos  tiran para adelante juntos", dijo al final del servicio monseñor Robert Weiss,  que convocó a la misa tras conocerse la noticia de la masacre.

Algunas personas encendieron velas y otras enlazaron sus manos en un gran  círculo y comenzaron a cantar canciones navideñas.

David Connors, padre de trillizos que estaban en la escuela donde se  produjo la masacre, trajo a sus hijos a la misa: "Están bien, es duro, Nubnca  imaginé que algo así podía pasar aquí", afirmó.

Cuando se produjo el ataque, los chicos -dos niños y una niña- "escucharon  ruidos, pero estaban en un sector separado del edificio" y fueron evacuados a  un cuartel de bomberos cerca de la escuela.

Para Ray Horvath, un jubilado que trabaja como voluntario en el  departamento de educación de Connecticut en Newtown, la misa trajo algo de  alivio.

"Es reconfortante ver la preocupación de toda esta gente. Ojalá tuviese fé, porque eso me sostendría ahora", dijo este hombre al borde de las lágrimas.

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