El hambre, la nueva pesadilla en Filipinas

MANILA, FILIPINAS (14/NOV/2013).- Los sobrevivientes del tifón “Haiyan” se quejan por la escasa ayuda humanitaria, por lo que han recurrido a saqueos de alimentos y a desenterrar tuberías de agua.

A cinco días del desastre, algunos pobladores atemorizados por el retraso en la llegada de suministros básicos protagonizaron saqueos de alimentos en diversos almacenes de arroz en la provincia de Leyte.

Por si la desgracia que viven fuera poco, durante los atracos murieron al menos ocho personas. El hecho ocurrió cuando pobladores irrumpieron en las reservas de arroz en un almacén del gobierno en la ciudad de Alangalang, haciendo que parte del edificio colapsara, según las autoridades filipinas, citadas por el diario The Manila Times.

Otro numeroso grupo de personas logró extraer 33 mil sacos de arroz de un peso de 50 kilogramos cada uno, informó Orlan Calayag, administrador de la Autoridad Nacional de Alimentos.

La desesperación también obligó a los sobrevivientes en Tacloban, capital de la provincia de Leyte, una de las más devastadas, a desenterrar las tuberías de agua, en un intento por obtener el vital líquido para beber.

“Conseguimos nuestra agua de una tubería subterránea que rompimos. No sabemos si es seguro. Tenemos que hervirlo. Pero por lo menos tenemos algo”, dijo una víctima del tifón “Haiyan”.

Otros  supervivientes de Tacloban buscan desesperadamente huir del desastre. Algunos agotados, traumatizados y hambrientos, provocaron una avalancha en el aeropuerto en ruinas de la ciudad para intentar subirse a alguno de los aviones militares que traen ayuda humanitaria.

“Llevamos tres días aquí pero no hemos conseguido tomar un avión. Quizás  vamos a morir de hambre”, explica Angeline, la madre de una niña de siete años  que se desmayó entre la multitud.

En total, la ONU calcula que más de 11 millones de personas, 10% de la población de Filipinas, se han visto afectadas por la catástrofe, y hay 673 mil desplazados.

CRÓNICA

Advertencia ignorada

Dos días antes de que “Haiyan” azotara, las autoridades recorrieron la ciudad de Tacloban y exhortaron a la gente a que se fuera a zonas altas o refugiarse en centros para evacuados. Además, las alertas fueron transmitidas por radio y televisión, sin embargo, algunos hicieron caso omiso al llamado de las autoridades.

Muchos residentes decidieron hacerle frente al fenómeno. Pero nadie estaba preparado para lo que deparó “Haiyan”, una tromba de seis metros de altura que avanzaba directamente hacia ellos.

Linda Maie, quien se quedó en su vivienda a más de medio kilómetro tierra adentro, fue una de quienes ignoraron las alertas. Dijo que Tacloban “nunca sufrió inundaciones en mis 61 años”.

Su familia compró comida en lata, agua y velas y cubrió el televisor, computadoras y electrodomésticos con bolsas de plástico. Pero cuando su hija Alexa Wung, de 16 años, se despertó a las cinco de la mañana del viernes, en medio de fuertes vientos y una intensa lluvia, estaba claro que “Haiyan” no era una tormenta común y corriente.

La casa temblaba. Al asomarse a una ventana, Alexa vio puertas y pantallas que volaban por todos lados. El vecindario se venía abajo.

Empezó a filtrarse agua por las rendijas de la puerta de la casa donde residen Alexa, su hermano y su madre. Hasta que se produjo una especie de explosión que derribó la puerta y la casa se llenó de agua hasta las rodillas. En cuestión de minutos llegaba al pecho.

AP

LA CIFRA

2,275 personas murieron según el reporte del Gobierno filipino. Sin embargo, la ONU estima que los fallecidos sobrepasan las 10 mil personas