El triunfo del ex obispo católico Fernando Lugo como presidente de Paraguay, desobedeciendo las normas canónicas, pone en dilema al Vaticano que deberá decidir entre mantener un "diplomático silencio" o aplicar una sanción más grave.Se trata de una situación inédita, es la primera ocasión en que un prelado llega a un puesto de elección popular pese a haber sido en varias ocasiones amonestado por instancias de la Sede Apostólica.En enero de 2007 fue suspendido "a divinis" -la máxima sanción para un clérigo-: la prohibición de gozar de sus derechos jurídicos e institucionales como pastor, de ejercer su ministerio e incluso de conferir sacramentos; una pena más grave sería sólo la excomunión.En 2004, el entonces Papa Juan Pablo II aceptó la renuncia de Lugo como responsable de la diócesis de San Pedro, donde permaneció durante 10 años, y le dio la posibilidad de desempeñarse como simple párroco.La razón argumentada fue un motivo de salud, aunque nunca dio a conocer cuál e incluso tras su salida declaró que "no se sentía digno" de su cargo, que "no se dedicaría" a la política porque "no le atraía" y que sólo continuaría con su ministerio sacerdotal.Esta promesa nunca se cumplió y después de poco más de dos años, en diciembre de 2006, Fernando Lugo envió una carta al Papa Benedicto XVI en la cual pidió ser degradado al estado laical, es decir dejar de ser religioso para convertirse en un fiel.En una extensa carta enviada el 4 de enero de 2007, el prefecto de la Congregación para los Obispos, el cardenal Giovanni Battista Re le informó a Lugo la imposibilidad de la Sede Apostólica de aceptar su solicitud.Ya no era obispo en funciones, entonces el sacerdote paraguayo pensó que con esta petición podía superar el impedimento legal en su país para convertirse en candidato a la presidencia, posibilidad hasta el momento vetada por la ley.De acuerdo con el Vaticano, el episcopado es un sacramento indeleble pero también un servicio aceptado libremente que permanece para siempre. Esta posición fue sustentado por un decreto de suspensión "a divinis" del 20 de enero de ese año."La candidatura política de un obispo sería un motivo de confusión y de división entre los fieles, una ofensa al laicado y una "clericalización" de la misión específica de los laicos y de la misma vida política", estableció la carta del cardenal Battista.En Roma se esperaba que el impedimento legal a candidaturas de religiosos evitara el embarazo de tener que intervenir pero esto no ocurrió así, finalmente Lugo superó todos los obstáculos para lograr una victoria histórica en las elecciones del pasado domingo.Con su triunfo, Lugo abrió un escenario nuevo y puso en apuros al Vaticano, las alternativas para el Papa son incómodas: mantener un "diplomático" silencio podría dejar mal parada a la doctrina romana, mientras una sanción más grave implicaría la excomunión.Pero excomulgar al presidente obispo de un país de mayoría católica no sería una decisión políticamente fácil e implicaría consecuencias.Por eso quizás este jueves el nuncio apostólico en Paraguay, Orlando Antonini, se reunió en privado con el presidente electo Fernando Lugo en un gesto más cercano a una "tregua" que a una actitud de repudio.NTX 25-04-08 IJALH