BRUSELAS, BÉLGICA (18/MAR/2017).- Un año después del doble atentado que cobró la vida de 32 personas en Bruselas, el 22 de marzo de 2016, supervivientes del drama y familiares de víctimas continúan luchando para superar el trauma que aún impide a muchos retomar una vida normal.Si las heridas físicas han empezado a cicatrizar, las psicológicas siguen siendo profundas para muchos y se intensifican con la proximidad del primer aniversario de los sucesos."Tengo accesos de calor, crisis de angustia, mareos. A cada día que nos acerca al 22 de marzo tengo esa ansiedad que aumenta. Las noches vuelven a ser difíciles", afirma Walter Benjamin, que perdió una pierna en el ataque contra el aeropuerto internacional de Zaventem.El empresario de 47 años ha podido recuperar los movimientos gracias a una prótesis, decenas de cirugías y mucho esfuerzo, pero afirma que lo más difícil es mantener el ánimo."Me vi muriendo, desangrando, con mi pierna arrancada, tirada a un metro de mi cuerpo. Son recuerdos que no me dejarán jamás", dice resignado.Las manos de Mohamed El Bachri, 36 años, tiemblan y sus ojos humedecen al contar que todavía es imposible retomar el trabajo como conductor de metro que ejercía desde hace doce años.Fue en un vagón como el que conducía cada día en el subterráneo de Bruselas que falleció su esposa Lubna, víctima de la bomba detonada en la estación de Maelbeek, que le ha dejado solo con sus hijos de tres, ocho y 10 años."No he vuelto a entrar en un metro. No es miedo. ¿Miedo de qué, si la mitad de mí ya se ha muerto? Pero es imposible. Para mí, todo día es 22 de marzo. Tengo miedo de tumbarme, pero no puedo, por los niños", lamenta.Angelique Petit salió indemne físicamente, pero carga hasta hoy un profundo miedo desencadenado por lo que vivió."Igual hubiera preferido morir allá. Hubiera sido menos sufrimiento. Porque todo ha cambiado. No soy más la misma, mi vida no es más la misma, mi hija no es más la misma", afirma Angelique Petit en entrevista con Notimex.A las 6:58 GMT de aquel 22 de marzo, cuando estalló la primera bomba en el aeropuerto de Zaventem, esa vendedora de 42 años, jubilada por invalidez desde hace tres, se encontraba, junto a su exmarido y dos de sus cinco hijos, de 11 y 21 años, en la fila 10 de registro de pasajeros.Un muro les protegió de la explosión, que tuvo lugar a pocos metros, en la fila 11."Oí un estruendo muy fuerte y vi que caían cosas del techo. Le pregunté a mi exmarido: "¿Eso qué es?" Y me dijo: "No es nada". Me acuerdo que me iba a volver hacia mi hija para preguntarle lo mismo, pero no tuve tiempo, la segunda bomba estalló", relata.En medio del humo y el denso polvo gris que tomaba cuenta del aire, Petit agarró a su hija pequeña por el brazo y corrió hacia la calle, donde centenas de personas aguardarían la llegada de la policía y los servicios de rescate."Lo que más me chocó fue la imagen de un hombre que se apoyaba contra la pared del aeropuerto con el rostro todo cubierto de sangre. Luego nos llevaron a un sitio adonde también llegaban los heridos. Allí les prestaban los primeros socorros. En un momento he tenido que ir al baño y allí había sangre por todos los lados. Aquella imagen me marcó", dice.Su hija pequeña, Aicha, ha pasado semanas sin hablar o comer, en estado de choque, y sigue en tratamiento psicológico."Aún tiene pesadillas y a veces hace pipí en la cama. Ya no coge el transporte público. Se pone nerviosa por nada. En julio la psicóloga me llamó para prevenir que había hablado de suicidarse, me dijo que teníamos que estar atentos. No la dejo nunca sola", lamenta la madre.Mélanie Galien, coordinadora del servicio de intervención psicosocial urgente de la Cruz Roja de Bruselas, explica que el impacto psicológico causado por un evento violento no depende del nivel de exposición de la víctima a los sucesos, sino del perfil y la historia personal de cada uno."Alguien que estaba bien en su vida, que tenía una familia sólida, amorosa, un entorno comprensible, no ha tenido problemas previamente, se recuperará más rápidamente", ejemplifica.La mitad de las víctimas empiezan a superar el trauma psicológico cerca de tres meses después del drama, pero "es totalmente normal que algunas lleven más tiempo, o incluso no se recuperen nunca", afirma."El trauma es una manera de defendernos psiquicamente. En el caso de un acto terrorista, hay un grado adicional (de daño psicológico) porque la víctima sabe que hubo la intención de hacer daño a otro ser humano", dice la psicóloga."Cuando uno vive una catástrofe natural, como un tsunami, es la vida misma, nada lo hubiera podido evitar. Pero un atentado es algo intencional", observa.