Ideas | Las Siete Cascadas Por: Vicente García Remus 31 de julio de 2011 - 02:00 hs Al noroeste del Cerro la Reyna, una garganta canturrea agua en siete caídas, por ende, se le llamó, “Las siete cascadas”. Una alegre mañana, mi familia y yo partimos rumbo a Tonalá, en está ocasión íbamos parte de las cuatro generaciones que la conformamos (hace unos años éramos cinco), desde la abuela de siete décadas y media, hasta la bisnieta de un lustro. Nos encaminamos por el periférico y nos desviamos a Matatlán, y a un corto tramo un letrero que anunciaba las cascadas nos condujo a la derecha, por un camino de tierra, con dirección a La Cruz. Pasando el sendero de La Atarjea, la brecha descendió un poco más y dio unas curvas para llegar a Plan del Guaje, uno de los 12 sitios arqueológicos que Tonalá ostenta, de cronología media de 600 años antes que Cristo, del periodo Epiclásico Mesoamericano, donde se realizó una minuciosa excavación en tumbas de caja, duró 11 meses, y se encontraron siete osamentas, de unos 600 años d. de C., con vasijas y adornos, de entierros primitivos y secundarios, estos de mayor jerarquía, por haberse encontrado más ofrendas, hasta para el entierro hay estatus. Las osamentas se llevaron al INAH Jalisco y a la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), para someterlas al carbono 14. A corta distancia nos detuvimos en Agua Caliente, rancho denominado así por sus veneros de agua sulfurosa. Iniciamos contentos nuestro andar por una bonita vereda, que fue bajando a una barranca de encantadora vegetación: guajes, guasimas, granjenos, tepames, copales, helechos, jacarandas, palos fierro, begonias y primaveras. El Cerro la Reyna, evoca a la Reina de Tonalá, nombrada Cihuapili Tzapotzintli; su hijo, el Príncipe Xochitzin, las Princesas Xóchitl y Citlali, hermanas de la Reyna. José G. Zuno, refirió los siguientes párrafos que dijo la Reyna: -Oh, mi Dios Teopitzintli… Verdaderamente será imposible hacer frente a tan grandes y poderosos guerreros… -Os reúno para avisaros que he recibido ya un mensajero especial de Nuño de Guzmán, previniéndome para recibirle de paz, o que si le damos guerra nos habrá de destruir con sus muchas fuerzas y las de sus amigos y aliados, que son numerosos… Y yo le he mandado decir que yo y mis terrenos son como de él, y que venga y que daremos obediencia a él y a su Emperador. El Huizque Tlacuitecutli: -Mal haces Cihuapili, en tomar providencias sin antes consultarnos, como si todos fuéramos unos cobardes… Al escuchar el alegre correr del Arroyo el Guaje, nuestra emoción creció, y apresuramos un poco nuestro paso, para encontrarnos con el arroyo, que nos maravilló tras unos sauces llorones, bajaba con delicadeza entre piedras blancas, para luego alimentar una preciosa tinaja, enmarcada por piedras blancas y lisas, sombreada por un sauzal, al fondo se abría la garganta para dar paso a la primera cascada, un bello cordón de agua plateada caía con gracia sobre una pared rocosa, casi vertical. La segunda cascada nos mostró una pared algo inclinada y con buena fosa, donde varios pájaros se refrescaban, luego de apreciar dicha cascada, caminamos pausadamente por la vera del arroyo, admirando sus paredes rocosas, y arriba los atractivos follajes brindaban gamas de verde y sombras; Cristina se sentó con sus nietos sobre una piedra, a gozar de las paredes, del arroyo y de la cascada aledaña. La siguiente cascada hacía cuatro bizarras caídas. La quinta y la sexta cascada hacían un solo chorro sobre las paredes rocosas, coloridas mariposas embellecían el entorno y una que otra lagartija tomaba sol en alguna piedra, todos disfrutamos del hechizante lugar. Después de la séptima cascada el fascinante arroyo se perdía en el Río Grande (Tololotlán) de Santiago. Rose Georgina Kingsley escribió: “…el Santiago fluye a través de un cañón muy profundo; allí se forman dos buenas caídas de agua, una en forma de herradura, y otra, cerca de 20 millas de Guadalajara”. Una es el Salto de Juanacatlán y la otra… Río abajo se encuentra la Central Hidroeléctrica Colimilla, construida durante los años de 1945 a 1950, la presa se edificó en un cañón algo reducido, su ancho inferior de de 21 metros y el superior de 45, cimentada en roca riolita. De las cascadas fuimos a comer a Tonalá, al restaurante “Mariscos el Amigazo”, emprendido por Jesús Martínez, “El Amigazo”. Ocupamos unos equipales y saboreamos unos ricos mariscos gratinados sobre una media piña, otros pidieron cocteles y pescado zarandeado, de entrada, tostadas de ceviche. Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones