Jueves, 26 de Diciembre 2024

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Guadalajara se ve a sí misma

Por: Ivabelle Arroyo

Guadalajara se ve a sí misma

Guadalajara se ve a sí misma

Por ahí circula una hipótesis entre los llamados guadalajarólogos, que sostiene que los tapatíos (o bueno, los guadalajarenses) siempre están mirando hacia afuera. Es posible que tengan razón, pues ésta es una ciudad que ha tenido ganas de parecerse en los últimos años a veces a Bogotá, a veces a Singapur, a veces a Las Vegas, a Barcelona, a Los Ángeles y a Houston.
Los centros comerciales, los proyectos de movilidad, los viajes de los políticos, las iniciativas culturales universitarias y las exposiciones plásticas dan cuenta de ello. De hecho, es una de las fortalezas de la ciudad, pues enriquece la vida interna, pero es también una de sus debilidades, pues la comparación con otras ciudades ensombrece el rostro de muchos tapatíos insatisfechos. “La rambla no tiene nada que ver con la original”, “Nadie compra el arte que aquí se produce”, “La Séptima sí es un paseo ciclista”, “No entienden que hacen falta Velib como en París”, “El autobús articulado no se hizo como en Colombia”, “La sociedad es retrógrada”, y otras frases del estilo llenan la boca de los malhumorados ciudadanos que quieren irse a vivir a otro lado y que generan una sensación de insatisfacción generalizada. Por eso son tan sorprendentes los resultados de “Jalisco Cómo Vamos”. Porque cambiando la metodología, añadiendo preguntas de bienestar subjetivo y poniendo la mirada en la ciudad y no hacia fuera, reveló que los habitantes de esta urbe no están tan enojados con su ciudad como parecía. Qué significa, a la luz de los resultados, que muchos digan que en Colima se vive mejor o que el DF es la ciudad anhelada, si sólo una de cada 200 personas pensó seriamente en irse a vivir a otro lugar. La percepción de los ciudadanos sobre el rumbo de su ciudad es vital y el cambio cualitativo en el diseño de las preguntas es verdaderamente inquietante. Se parece más al HappyPlanetIndex que a las encuestas para retrasados mentales que todavía se aplican con frecuencia como herramientas de política pública y que confunden torpemente los deseos con las necesidades. Preguntar sobre el orgullo que provocan la ciudad y sus asuntos, indagar sobre los deseos de movilidad interestatal, cuestionar a los tapatíos sobre la felicidad y el vago concepto de “buen camino”, arroja resultados muy diferentes a los que revelan las encuestas sobre empleo, seguridad, espacios públicos y salud, pero además, revelan hasta una condición ideológica. Por ejemplo, una abrumadora mayoría acepta que los grupos vulnerables merecen más ayuda que los demás, todos quieren estar más tiempo con la familia y hacer más deporte, y esos sí son datos que pueden convertirse en una política pública. La primera aproximación de “Jalisco Cómo Vamos” fue acertada. Que conste que se hizo bien, con trabajo de campo y con valor estadístico comprobable. Y miren qué sorpresa: ahora resulta que si se ven un poco a sí mismos, los ciudadanos de esta metrópoli aceptan que sí, que bueno, que son felices.

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