Jueves, 26 de Diciembre 2024

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Estados Unidos y el Titánic

Por: José M. Murià

Estados Unidos y el Titánic

Estados Unidos y el Titánic

“¿En qué se parece…?”. Así empezaban muchos chistes cuando éramos estudiantes de la Preparatoria de Jalisco, lo cual era siempre en contra de una de las dos figuras de la semejanza. Quizás eran chistes muy bembos, pero alguna cualidad tendrían cuando incluso se publicó un librito precisamente con ese título que reunía centenares de ellos y de vez en cuando aparece uno nuevo de tema contemporáneo.
Ya sé que no es nuevo el famoso Titánic, del que decían sus dueños, y se lo creyeron a pies juntillas sus tripulantes y pasajeros, que era el mejor del mundo. Ello constituye un primer parecido con nuestro vecino país, del cual están convencidos casi todos sus habitantes que no hay mejor lugar para vivir sobre la Tierra. De ahí que algún malora, del que no es ajeno el suscrito, haya procedido a buscar más semejanzas. Ambos se creían superiores a todos los demás y, por lo tanto indemnes a cualquier enemigo. Entidades enormes con derecho a pasar por donde fuera y hacer su antojo. Estaban tan convencidos de su seguridad en el Titánic, que aquella noche amarga las orquestas no paraban de tocar y los pasajeros de pasarla bien, a pesar de que los síntomas de alarma eran evidentes, de la misma manera que el norteamericano promedio no deja de cantar loas a su magnífico sistema de supuesta libertad y desarrollo, cuando en la realidad el Estado se ha vuelto sumamente represor y el agua se les empieza a meter por todos lados. Su mayor fuga de recursos de Estados Unidos son los gastos bélicos, y aun cuando la lumbre les empieza a llegar a los aparejos, no están dispuestos, por ningún motivo, a quitarle ni un dólar. Preferible es reducir en gastos educativos básicos, cuando éstos significan apenas 5% del despilfarro militar, a ponerle un hasta aquí a sus guachos. Parece ser que el miedo que les tienen no anda en burro. A veces parece que no se quiere recordar que el Titánic sólo tenía botes salvavidas para los viajeros de primera clase. De ahí la razón primigenia de la gran pérdida de vidas humanas que fueron cobradas por las gélidas aguas polares y algunos de sus pobladores. No cabe duda que el sistema de Estados Unidos no contempla botes salvavidas para la mayor parte de los marginados de una economía neoliberal que naufraga y que, al igual que el Titánic, cuenta con suficientes hombres y armamento como para evitar que los componentes de la creciente pobrería aspiren a salvarse a costa de la integridad y los caudales de los potentados. No se dude que, a la hora de la verdad, igual que sucedió cuando el Titánic se fue a pique, los amados soldados, de cuyos “servicios” en Medio Oriente se manifiestan tan orgullosos, pobres y ricos de Estados Unidos harán todo lo necesario para evitar que unos puedan usufructuar los privilegios de los otros. ¿Los mexicanos nos habremos de mirar en ese espejo, o para entonces habremos ya logrado cambiar el espíritu de nuestro Gobierno?

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